ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 14 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Primera Timoteo 3,14-16

Te escribo estas cosas con la esperanza de ir pronto donde ti; pero si tardo, para que sepas cómo hay que portarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad. Y sin duda alguna, grande es el Misterio de la piedad: El ha sido manifestado en la carne,
justificado en el Espíritu,
visto de los Ángeles,
proclamado a los gentiles,
creído en el mundo,
levantado a la gloria.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Pablo querría ir "pronto" a Éfeso para encontrar a Timoteo; sin embargo sabe que su viaje puede verse retrasado. Mientras tanto le manda algunas indicaciones precisas para organizar de forma digna "la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad". La preocupación por las comunidades es un pensamiento constante del apóstol: no lo abandona nunca, aunque esté físicamente lejos de ellas. Escribiendo a Timoteo, Pablo piensa también en las muchas comunidades de Asia Menor; se preocupa de que sean firmes y no corran el peligro de ser reabsorbidas por la mentalidad mundana. Por eso escribe que la Iglesia es "columna y fundamento de la verdad", porque ha sido puesta por Dios en este mundo como cimiento sobre el que descansa -visible para todos los hombres- la revelación de Dios. El centro de esta verdad revelada es el "misterio de la verdadera religiosidad", es decir, la persona misma de Jesucristo, el misericordioso, el manso y humilde de corazón. Pablo, en seis breves versos canta este misterio de piedad, que quizá eran un himno cantado en la liturgia de la Iglesia de aquel tiempo. El misterio de Cristo se representa mediante tres pares de opuestos. El primero, "carne y Espíritu", presenta la naturaleza humana y a la vez divina de Cristo. A la "manifestación" de Jesús en la "carne" se opone la "justificación en el Espíritu", es decir, su resurrección que derrota a la muerte: por obra del "Espíritu" el Padre proclama ante todos que Jesús, ajusticiado en la cruz como un malhechor, es "el Santo y el Justo" (Hch 3, 14). La segunda pareja, "aparecido a los ángeles" y "proclamado a los gentiles", se refiere al triunfo de Cristo, que ha ascendido al cielo y es señor de la historia, y en consecuencia no está limitado al ámbito de un periodo histórico o de un pueblo; por ello su Evangelio se comunica también a los "gentiles". Con la tercera pareja de opuestos, "creído en el mundo" y "levantado a la gloria", Pablo canta la victoria del Cristo elevado y glorificado a la derecha del Padre. Afirma que "sin duda alguna, grande es el misterio de la piedad" confiado por Jesús en manos de la Iglesia y de todo creyente. Este misterio de la "piedad" entendida como "religiosidad" debe ser vivido y testimoniado por la Iglesia, sobre todo en este tiempo que ve cómo crece un clima de violencia y de opresión.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.