ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 20 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Primera Timoteo 5,17-25

Los presbíteros que ejercen bien su cargo merecen doble remuneración, principalmente los que se afanan en la predicación y en la enseñanza. La Escritura, en efecto, dice: No pondrás bozal al buey que trilla, y también: El obrero tiene derecho a su salario. No admitas ninguna acusación contra un presbítero si no viene con el testimonio de dos o tres. A los culpables, repréndeles delante de todos, para que los demás cobren temor. Yo te conjuro en presencia de Dios, de Cristo Jesús y de los ángeles escogidos, que observes estas recomendaciones sin dejarte llevar de prejuicios ni favoritismos. No te precipites en imponer a nadie las manos, no te hagas partícipe de los pecados ajenos. Consérvate puro. No bebas ya agua sola. Toma un poco de vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes indisposiciones. Los pecados de algunas personas son notorios aun antes de que sean investigados; en cambio los de otras, lo son solamente después. Del mismo modo las obras buenas son manifiestas; y las que no lo son, no pueden quedar ocultas.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Pablo exhorta a Timoteo a prestar atención a los presbíteros, de los que ya ha hablado (4, 14) cuando le recordaba el día en que le impusieron las manos. Le pide ahora que la comunidad les reserve una "doble remuneración", y los tenga en estima y veneración, porque a ellos se les ha confiado tanto la predicación como la enseñanza. Por este ministerio tienen también derecho a ser sostenidos económicamente. El apóstol sabe lo necesario que es su servicio para la vida de toda la comunidad, para que ésta permanezca unida y fiel al Evangelio. También el presbítero debe ser consciente de esto, y los demás han de reconocer su autoridad. Pablo advierte a Timoteo que esté atento para no debilitar la autoridad de los presbíteros. Por ello debe guardarse de escuchar las acusaciones y sospechas vertidas contra ellos. Esta cuestión es tan importante que empuja al apóstol a utilizar palabras solemnes para que Timoteo cumpla estos deberes con la más estricta imparcialidad, sin dejarse influir por simpatías o antipatías personales. Pablo sabe que el ejercicio de la disciplina eclesiástica, en el caso de que se deba proceder contra un anciano y un dirigente de la comunidad, es doblemente difícil para Timoteo dada su edad (4, 12). Sin embargo, cuando se trata de carencias y de pecados, ninguna prudencia o resentimiento deben impedirle juzgar rectamente y castigar; de otro modo la existencia misma de la comunidad se vería puesta en discusión. Pablo, preocupado de que sólo los presbíteros dignos sirvan en la comunidad cristiana, recomienda a Timoteo de "no precipitarse" a la hora de imponer las manos a quien ha sido elegido para ser presbítero, porque podría hacerse cómplice de los pecados causados por ese hombre si fuese hallado indigno. Debe -por tanto- mantenerse puro, para así poder ser más sabio en sus juicios. En este punto, mostrando ese rasgo de ternura propio de un padre, Pablo da a su discípulo un consejo para la salud: no beber ya agua sola sino con un poco de vino para mantenerse sano. Le recuerda finalmente que al frente de la comunidad deben ser admitidos sólo hombres cuya vida esté firmemente radicada en la fe, sea moralmente pura e incluso probada en el tiempo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.