ORACIÓN CADA DÍA

Lunes del ángel
Palabra de dios todos los dias

Lunes del ángel

Lunes del Ángel
Recuerdo de María de Cleofás, que estaba con las otras mujeres bajo la cruz del Señor. Oración por todas las mujeres que, en cualquier parte del mundo, con coraje y en las dificultades, siguen al Señor. Recuerdo de Dietrich Bonhoeffer, asesinado por los nazis en el campo de concentración de Flossenburg.
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Libretto DEL GIORNO
Lunes del ángel
Lunes 9 de abril

Lunes del Ángel
Recuerdo de María de Cleofás, que estaba con las otras mujeres bajo la cruz del Señor. Oración por todas las mujeres que, en cualquier parte del mundo, con coraje y en las dificultades, siguen al Señor. Recuerdo de Dietrich Bonhoeffer, asesinado por los nazis en el campo de concentración de Flossenburg.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere más!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Segunda Timoteo 1,1-5

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios para anunciar la Promesa de vida que está en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien, como mis antepasados, rindo culto con una conciencia pura, cuando continuamente, noche y día, me acuerdo de ti en mis oraciones. Tengo vivos deseos de verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de alegría. Pues evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere más!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo comienza su segunda carta a Timoteo hablando de su autoridad de "apóstol" de Jesucristo, que le ha sido conferida por "voluntad de Dios". De este modo quiere aclarar, tanto a Timoteo como a toda la comunidad a la que va dirigida la carta, que detrás de él está Jesús mismo. De hecho ha sido del mismo Jesús que ha recibido la misión de anunciar la "promesa de vida" de parte de Dios a todos los hombres. Pablo sabe que está a las puertas de la muerte (4, 6-8), y escribe una vez más a Timoteo, "hijo querido" y estrecho colaborador durante largos años. Los sentimientos que le unen al joven discípulo son fuertes; se podría decir que la identidad de Timoteo se encuentra por completo ligada a su relación con el apóstol Pablo. Tras el saludo el apóstol prosigue con la acción de gracias a Dios, a quien reconoce presente en su historia personal. En Jerusalén, tras su primer arresto, admitió su historia pasada: "Hermanos, yo me he portado con entera buena conciencia ante Dios, hasta este día" (Hch 23, 1). Y ahora, incluso en la cárcel desde donde escribe, continúa sirviendo a Dios con una conciencia pura. En la oración le recuerda a Dios todas sus comunidades y sus colaboradores: las cadenas no interrumpen su comunión con los hermanos y hermanas. Tiene presente de una forma muy viva a Timoteo y su dolorosa despedida, que quizá tuvo lugar en el momento de su partida hacia Roma. A pesar de todo, desde la prisión escribe que desea volver a verlo; dicho encuentro colmaría su ánimo de alegría y consuelo. Se lo recuerda al final: "Apresúrate a venir a mí cuanto antes" (4, 9.21). Sin embargo, el consuelo que el apóstol siente desde ese momento es la fidelidad de Timoteo al Evangelio, una fidelidad que hunde sus raíces en la religiosidad de su familia, comenzando por su abuela Loida y su madre Eunice. La carta, casi un testamento espiritual de Pablo, está llena de su afecto por Timoteo y de su pasión pastoral por la comunidad que le ha confiado.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.