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Memoria de la Madre del Señor
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Memoria de la Madre del Señor

La Iglesia armenia recuerda hoy las matanzas ocurridas durante la Primera Guerra Mundial, en las que murieron más de un millón de armenios. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 24 de abril

La Iglesia armenia recuerda hoy las matanzas ocurridas durante la Primera Guerra Mundial, en las que murieron más de un millón de armenios.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tito 3,8-11

Es cierta esta afirmación, y quiero que en esto te mantengas firme, para que los que creen en Dios traten de sobresalir en la práctica de las buenas obras. Esto es bueno y provechoso para los hombres. Evita discusiones necias, genealogías, contiendas y disputas sobre la Ley, porque son inútiles y vanas. Al sectario, después de una y otra amonestación, rehúyele; ya sabes que ése está pervertido y peca, condenado por su propia sentencia.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En estas instrucciones finales Pablo exhorta a Tito a recordar a los creyentes la grandeza del don que han recibido de Dios. Dicha conciencia debe impulsarles a "sobresalir en la práctica de las bellas obras". La ejemplaridad de los cristianos no se funda sobre un simple esfuerzo de voluntarismo sino en el ser discípulos de Jesús, es decir, imitadores suyos. Su vida, por tanto, no es sólo "hermosa", es decir, santa y buena, sino también "útil para los hombres". Los cristianos hacen más bello y humano este mundo con su comportamiento. En este sentido la vida de los cristianos no es indiferente al mundo. Es incluso fuente de un nuevo humanismo, de una nueva forma de relacionarse los hombres entre sí, de un nuevo modo de vivir. El apóstol considera tan central esta perspectiva que pide a Tito concentrarse en esto y no perderse detrás de cosas vanas e inútiles. Demasiado a menudo cedemos a la tentación de multiplicar esfuerzos sin ninguna moderación, derrochando nuestras jornadas y sobre todo corriendo el riesgo de una superficialidad irrelevante. Pablo pone en guardia a Tito contra las "discusiones necias", es decir, las especulaciones abstractas y las disputas sobre prescripciones rituales; todo ello debe ser evitado. Sólo una vida verdaderamente evangélica, que se manifiesta con las buenas obras, es realmente "útil" para los hombres (3, 8). De ésta es de la que hay que ocuparse. Por el contrario, las falsas doctrinas son inútiles, e incluso nocivas. Tito, y todo cristiano, debe querer ante todo el bien de la comunidad, y ésta debe ser su primera preocupación. Quien se distrae de esta atención acaba por dejarse subyugar por sus instintos, quedando aplastado por ellos. De ese modo está como obligado a perseverar en su pecado: permanece en la desobediencia y por sí mismo se excluye de la vida de los hermanos, y por tanto de la salvación.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.