ORACIÓN CADA DÍA

Domingo de Pentecostés
Palabra de dios todos los dias

Domingo de Pentecostés

Domingo de Pentecostés.
Recuerdo de san Agustín de Canterbury (+605 ca.), obispo, padre de la Iglesia inglesa. Los judíos celebran la fiesta de Shavuot (Pentecostés)
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Libretto DEL GIORNO
Domingo de Pentecostés
Domingo 27 de mayo

Domingo de Pentecostés.
Recuerdo de san Agustín de Canterbury (+605 ca.), obispo, padre de la Iglesia inglesa. Los judíos celebran la fiesta de Shavuot (Pentecostés)


Lectura del Evangelio

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien no renace del agua y del Espíritu
no puede entrar en el reino de Dios.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 15,26-27; 16,12-15

Cuando venga el Paráclito,
que yo os enviaré de junto al Padre,
el Espíritu de la verdad, que procede del Padre,
él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio,
porque estáis conmigo desde el principio. Mucho tengo todavía que deciros,
pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él,
el Espíritu de la verdad,
os guiará hasta la verdad completa;
pues no hablará por su cuenta,
sino que hablará lo que oiga,
y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria,
porque recibirá de lo mío
y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío.
Por eso he dicho:
Recibirá de lo mío
y os lo anunciará a vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre mí,
me ha mandado llevar el anuncio gozoso a los pobres.

Aleluya, aleluya, aleluya.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.