ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 23 de junio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Santiago 2,8-13

Si cumplís plenamente la Ley regia según la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, obráis bien; pero si tenéis acepción de personas, cometéis pecado y quedáis convictos de transgresión por la Ley. Porque quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace reo de todos. Pues el que dijo: No adulteres, dijo también: No mates. Si no adulteras, pero matas, eres transgresor de la Ley. Hablad y obrad tal como corresponde a los que han de ser juzgados por la Ley de la libertad. Porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; pero la misericordia se siente superior al juicio.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Santiago cita el pasaje del Levítico sobre el amor al prójimo para recordar a los discípulos que pongan en práctica el mandamiento del amor del que Jesús hace depender toda la ley y los profetas. Lo llama "regio" para destacar la primacía que tiene entre todos los mandamientos. Podríamos decir que para el "sacerdocio real", como recuerda la primera Epístola de Pedro (2,9), es necesaria una "ley real", que no es otra que la del amor. Solo cumpliendo esta ley, afirma la epístola, el creyente cumple la voluntad de Dios y merece recibir las promesas establecidas. Un comportamiento discriminatorio mata el amor cristiano. Dios, en efecto, no hace preferencias entre personas (Hch 10,34) y concede a todo el mundo su misericordia. El amor cristiano toma ejemplo de este modo de actuar de Dios. Es una única ley de amor. Por eso no se puede pensar en transgredir una parte de la ley, creyendo actuar correctamente con el resto. Todos los mandamientos con el prójimo, los que forman la segunda tabla de la ley, derivan de la primera tabla, la que hace referencia a la relación con Dios. Solo quien acoge el amor de Dios puede amar también al prójimo. Y, por desgracia, la falta de amor es el motivo de todos los males del mundo. La epístola nos recuerda que el mundo se curará cuando queden derrotados la soberbia, el egoísmo y la enemistad. Solo el amor evangélico puede liberar de toda esclavitud, porque es más fuerte que el mal. La verdadera libertad, por tanto, no es que cada cual haga lo que le guste, sino amar y servir a los demás. Santiago relaciona libertad y misericordia: la verdadera libertad, como la verdadera justicia, se hacen realidad en la misericordia, haciendo prevalecer el interés por los demás y en un corazón que sabe mirar al prójimo sin excluir ni juzgar. Quien vive esta libertad ve ya ahora reinar la misericordia sobre la tierra.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.