ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Recuerdo de los primeros mártires de la Iglesia de Roma durante la persecución de Nerón. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 30 de junio

Recuerdo de los primeros mártires de la Iglesia de Roma durante la persecución de Nerón.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Santiago 4,7-12

Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos. Lamentad vuestra miseria, entristeceos y llorad. Que vuestra risa se cambie en llanto y vuestra alegría en tristeza. Humillaos ante el Señor y él os ensalzará. No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano o juzga a su hermano, habla mal de la Ley y juzga a la Ley; y si juzgas a la Ley, ya no eres un cumplidor de la Ley, sino un juez. Uno solo es el legislador y juez, que puede salvar o perder. En cambio tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Dios da su gracia a los humildes, y de ello se deriva la exhortación: "Someteos, pues, a Dios". La consecuencia es clara: resistir al diablo (espíritu de división y de enemistad), para que se aleje; acercarse a Dios, para que se acerque al hombre. Se reconstituye en la unidad la comunión de amor, la alianza entre Dios y el hombre. La antítesis mundo/Dios se hace más profunda en la antítesis diablo/Dios. El mundo y el diablo son la expresión del espíritu de enemistad y de división, mientras que Dios representa la unidad con la criatura visitada por su espíritu que, si es acogido, permite vivir en la amistad. El movimiento alejamiento/acercamiento introduce la siguiente exhortación, que asume un tono cultual: "Limpiad, pecadores, las manos; purificad los corazones, hombres irresolutos. Lamentad vuestra miseria, entristeceos y llorad. Que vuestra risa se cambie en llanto y vuestra alegría en tristeza". Limpiarse las manos y llorar son acciones que manifiestan la necesidad de acercarse a Dios con la necesaria humildad y contrición. Este es el único camino que tiene el hombre para vivir en comunión con el Señor. Santiago, como buen conocedor de la tradición de Israel y de las Escrituras, recurre a un lenguaje que pueda ayudar a sus oyentes, también judíos, a aplicar en su vida lo que sabían de la Escritura y del culto del templo. La conclusión del versículo 10 confirma el razonamiento expuesto hasta el momento: "Humillaos ante el Señor y él os ensalzará". Nuevamente se alude a la humildad como actitud fundamental para vivir en comunión con Dios y sin violencia entre los hombres. Dios, como había indicado en varias ocasiones el mismo Jesús, derriba a los poderosos y exalta a los humildes (cf. Lc 1,52), porque "todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado" (Lc 14,11). Santiago previene así de la maledicencia, de la disputa, del prejuicio que desprecia, de la difamación, de la calumnia del hermano porque todo eso nace de la lejanía de Dios, a menudo para querer ocupar nosotros el lugar del Señor o al menos el centro de la escena. Sabemos que es fácil caer en el juicio, aunque sea solo buscar la paja en el ojo del otro. A quien cae tontamente en esta actitud soberbia y de desprecio, Santiago le dice claramente: "¿Quién eres tú para juzgar al prójimo?". Y nos recuerda que el amor a Dios y al prójimo es la esencia de la ley y el camino de la salvación. Somos libres de amar siempre, porque somos libres de la prisión de los juicios que intoxican el corazón, que muchas veces hacen que no seamos capaces de amar al otro, que lo deforman y lo alejan.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.