ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los apóstoles
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los apóstoles

Recuerdo del apóstol Tomás. Confesó a Jesús como su Señor y, según la tradición, dio testimonio de él hasta la India. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los apóstoles
Martes 3 de julio

Salmo responsorial

Psaume 87 (88)

Yahveh, Dios de mi salvación,
ante ti estoy clamando día y noche;

llegue hasta ti mi súplica,
presta oído a mi clamor.

Porque mi alma de males está ahíta,
y mi vida está al borde del seol;

contado entre los que bajan a la fosa,
soy como un hombre acabado:

relegado entre los muertos,
como los cadáveres que yacen en la tumba,
aquellos de los que no te acuerdas más,
que están arrancados de tu mano.

Me has echado en lo profundo de la fosa,
en las tinieblas, en los abismos;

sobre mí pesa tu furor,
con todas tus olas me hundes. Pausa.

Has alejado de mí a mis conocidos,
me has hecho para ellos un horror,
cerrado estoy y sin salida,

mi ojo se consume por la pena.
Yo te llamo, Yahveh, todo el día,
tiendo mis manos hacia ti. Pausa.

¿Acaso para los muertos haces maravillas,
o las sombras se alzan a alabarte?

¿Se habla en la tumba de tu amor,
de tu lealtad en el lugar de perdición?

¿Se conocen en las tinieblas tus maravillas,
o tu justicia en la tierra del olvido ?"""

Mas yo grito hacia ti, Yahveh,
de madrugada va a tu encuentro mi oración; "

¿por qué, Yahveh, mi alma rechazas,
lejos de mí tu rostro ocultas?

Desdichado y agónico estoy desde mi infancia,
he soportado tus terrores, y ya no puedo más; "

han pasado tus iras sobre mí,
tus espantos me han aniquilado.

Me envuelven como el agua todo el día,
se aprietan contra mí todos a una.

Has alejado de mí compañeros y amigos,
son mi compañía las tinieblas.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.