ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 27 de julio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Segunda Pedro 1,1-11

Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra. A vosotros, gracia y paz abundantes por el conocimiento de nuestro Señor. Pues su divino poder nos ha concedido cuanto se refiere a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento perfecto del que nos ha llamado por su propia gloria y virtud, por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la tenacidad, a la tenacidad la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad. Pues si tenéis estas cosas y las tenéis en abundancia, no os dejarán inactivos ni estériles para el conocimiento perfecto de nuestro Señor Jesucristo. Quien no las tenga es ciego y corto de vista; ha echado al olvido la purificación de sus pecados pasados. Por tanto, hermanos, poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección. Obrando así nunca caeréis. Pues así se os dará amplia entrada en el Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El apóstol Pedro abre con solemnidad su segunda epístola. Se presenta con el nombre que le dio Jesús para subrayar que la autoridad de "apóstol" le viene del "nombre" que recibió; pero al mismo tiempo recuerda también su antiguo nombre para no olvidar su condición de humildad. El apóstol sabe que la verdadera autoridad es la de ser al mismo tiempo "siervo" y "apóstol" de Jesús: como apóstol es enviado por el Señor y depende para todo de Él, y como siervo quiere hacer comprender que su misión está al servicio de la vida de la comunidad de los discípulos. De las palabras que escribe se desprende su preocupación porque algunos falsos maestros están envenenando la vida de la comunidad cristiana. Siente su responsabilidad pastoral y se dirige a los miembros de la comunidad para reproponer la centralidad de la fe en Jesús, previniéndoles de aquellos que quieren alejarles del Evangelio que es el único camino para llegar al "conocimiento perfecto del que nos ha llamado". La Palabra evangélica es la fuente de la nueva vida y del nuevo modo de comportarse de los cristianos. El apóstol sugiere una especie de itinerario espiritual para que el creyente crezca en el conocimiento y en el amor de Jesús. Advierte de que toda la vida del cristiano, que encuentra su culmen en el amor, en aquel mandamiento nuevo que Jesús dio a sus discípulos, se articula a partir de la fe, es decir, de la adhesión al Evangelio. Por eso escribe a los creyentes: "poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia activa, a la paciencia activa, la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad". Todo concluye y se hace realidad plenamente solo en la "caridad" (agape), que es más que el amor fraterno (philadelphia), porque es pedir vivir el mismo amor gratuito de Dios. El cristiano es, pues, un discípulo que crece escuchando continuamente y atentamente el Evangelio para llegar a ser entre los hombres un testigo del amor sin límites de Dios. De hecho, cuando más nos hacemos similares a Dios más nos impulsa dicha similitud a vivir con el mismo amor. Conocer perfectamente a Jesús lleva al amor y salva a los creyentes de la ceguera y de la miopía; recorriendo con fidelidad este camino espiritual los discípulos de Jesús -escribe Pedro- "nunca caerán".

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.