ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 20 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Primera Juan 4,17-21

En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros:
en que tengamos confianza en el día del Juicio,
pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor;
sino que el amor perfecto expulsa el temor,
porque el temor mira el castigo; quien teme
no ha llegado a la plenitud en el amor.
Nosotros amemos,
porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios»,
y aborrece a su hermano,
es un mentiroso;
pues quien no ama a su hermano, a quien ve,
no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento:
quien ama a Dios, ame también a su hermano.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La audacia del apóstol cuando dice que el amor en los cristianos es perfecto subraya la originalidad del amor evangélico (el agape) que no es obra del hombre sino, precisamente, el amor de Dios derramado en el corazón de los creyentes. Y es un amor que une al cristiano con Dios y con los hermanos de manera indivisible. El amor cristiano realiza una circularidad de relación entre Dios y los hermanos que empieza cuando Dios "permanece" en nosotros. Y el mejor ejemplo es el de Jesús: "Según es él, así seremos nosotros en este mundo." Es una afirmación que recuerda a la de Pablo: "Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí." El amor perfecto de los cristianos, por tanto, no es obra del hombre. Es un don que el cristiano recibe desde las alturas y que no debe ni encadenar ni entristecer, sino que debe dejar actuar con su fuerza liberadora. Una vez más el apóstol afirma que podemos amar porque Dios nos ha amado primero. Y, tal como se ve claramente en todas las páginas bíblicas, jamás se trata de un amor abstracto y vacío, sino de un amor que siempre se hace realidad cuando amamos a los hombres empezando por los más débiles. Pues bien, si el amor de Dios es de ese tipo, se deduce que no se puede amar a Dios sin amar los hermanos. Solo el mentiroso puede realizar tales afirmaciones. El apóstol es claro: "Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve". El amor de Dios, en efecto, es indivisible del amor por el hombre. Todas las Escrituras están marcadas por esta convicción que con Jesús alcanza su punto álgido: hay que amar no solo a aquellos a los que nos aman, sino también a nuestros enemigos. Entonces el amor alcanzará la perfección.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.