ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Recuerdo de los estigmas de san Francisco. Francisco se hace similar al Señor y recibe en el monte de la Verna los signos de las heridas de Jesús. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 17 de septiembre

Recuerdo de los estigmas de san Francisco. Francisco se hace similar al Señor y recibe en el monte de la Verna los signos de las heridas de Jesús.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

1Crónicas 10,13-11,9

Saúl murió a causa de la infidelidad que había cometido contra Yahveh, porque no guardó la palabra de Yahveh y también por haber interrogado y consultado a una nigromante, en vez de consultar a Yahveh, por lo que le hizo morir, y transfirió el reino a David, hijo de Jesé. Congregóse todo Israel en torno a David, en Hebrón, y dijeron: "Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros. Ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías las entradas y salidas de Israel; Yahveh, tu Dios, te ha dicho: "Tú apacentarás a mi pueblo Israel."" Vinieron todos los ancianos de Israel adonde el rey, a Hebrón; David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahveh; y ellos ungieron a David como rey sobre Israel, según la palabra que Yahveh había pronunciado por boca de Samuel. Después marchó David con todo Israel contra Jerusalén, o sea, Jebús; los habitantes del país eran jebuseos. Y decían los habitantes de Jebús a David: "No entrarás aquí." Conquistó David la fortaleza de Sión, que es la Ciudad de David. Y dijo David: "El que primero ataque al jebuseo, será jefe y capitán." Subió el primero Joab, hijo de Sarvia, y pasó a ser jefe. Se instaló David en la fortaleza; por eso la llamaron Ciudad de David. Y edificó en derredor de la ciudad, tanto el Milló como la circunvalación; Joab restauró el resto de la ciudad. David iba medrando, y Yahveh Sebaot estaba con él.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Con el capítulo 10 terminan las genealogías y empieza la narración de la historia de David, que ocupa todo el primer libro de las Crónicas. La intención del autor es presentar a David como el rey ideal que pone como base de su acción el culto y la obediencia a Dios. Para subrayar esta posición de Saúl se habla solo de su muerte como un juicio de Dios. Saúl se había manchado de "infidelidad" al Señor, pues no "guardó" la palabra y ni siquiera lo "consultó". ¿Cómo pretendía Saúl continuar siendo "rey", poder servir al pueblo del Señor, sin escuchar la Palabra de Dios y sin escuchar a los sabios del pueblo? Es la tentación de la autosuficiencia y de la autorreferencialidad que afecta a todos, sin excluir a nadie, pequeños y mayores: en estos casos prevalece siempre el yo. Pero el Señor "transfirió" el reino a David. El autor del libro calla sobre la guerra civil y sobre los homicidios que precedieron la entronización de David, tal como se narra en el segundo libro de Samuel, y sitúa a David desde el inicio como un rey sobre todo Israel. El autor de las Crónicas -a diferencia de lo que explica el segundo libro de Samuel- quiere subrayar la unidad del pueblo al que David hace realidad y representa: una sola capital, un solo rey, elegido por todo Israel. Las palabras iniciales del capítulo once son claras: "Congregóse todo Israel en torno a David, en Hebrón, y dijeron: ‘Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros". Es la afirmación de la indispensable unidad alrededor de David, elegido por Dios, para que Israel pueda llamarse pueblo del Señor. La comunión, no obstante, no se produce sin una decisión de ambas partes. Eso es cierto, lógicamente, en cualquier tipo de sociedad. En este caso lo que da razón de la alianza no es ni la común pertenencia étnica ni la estratégica, sino hacerla "frente al Señor". Para conquistar la fortaleza de Sión y convertirla en capital de todo el pueblo de Dios David tuvo que aplicar una estrategia. La fortaleza, al no pertenecer al territorio de ninguna de las tribus -estaba habitada por los jebuseos-, permitiría que David uniera más fácilmente las tribus del norte y las del sur. David lleva en el corazón la unidad del pueblo, como quiere subrayar el autor del libro de las Crónicas. Desde el inicio debe verse la unidad del pueblo de Dios bajo el reino de David. Y la ciudad de Jerusalén, restaurada y fortificada, se convierte en el símbolo de la unidad del pueblo de Israel y de la presencia de Dios. Termina el autor: "David iba medrando, y el Señor estaba con él". Es una fórmula que ya encontramos en el segundo libro de Samuel (5,10), que manifiesta la predilección que el Señor, que ejerce el poder supremo sobre el ejército del cielo y de la tierra, tiene por David.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.