ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de san Wenceslao, venerado como mártir en Bohemia. Recuerdo de William Quijano, joven salvadoreño asesinado por la violencia de las maras. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 28 de septiembre

Recuerdo de san Wenceslao, venerado como mártir en Bohemia. Recuerdo de William Quijano, joven salvadoreño asesinado por la violencia de las maras.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

1Crónicas 18,1-17

Después de esto, batió David a los filisteos y los humilló, tomando Gat y sus dependencias de manos de los filisteos. Batió también a los moabitas, que quedaron sometidos a David, pagando tributo. Batió David a Hadadézer, rey de Sobá, en Jamat, cuando éste iba a establecer su dominio sobre el río Eufrates. David apresó mi carros, 7.000 soldados de carro y 20.000 hombres de a pie; David desjarretó toda la caballería de los carros, reservando cien tiros. Los arameos de Damasco vinieron en socorro de Hadadézer, rey de Sobá, y David hizo 22.000 bajas a los arameos. Estableció David gobernadores en Aram de Damasco, y los arameos quedaron sometidos a David, pagando tributo. Yahveh hizo triunfar a David doquiera que iba. Tomó David los escudos de oro que llevaban los servidores de Hadadézer y los llevó a Jerusalén. De Tibjat y Kun, ciudades de Hadadézer, tomó David una gran cantidad de bronce, con el cual hizo Salomón el Mar de bronce, las columnas y los utensilios de bronce. Cuando Tou, rey de Jamat, supo que David había derrotado a todas las fuerzas de Hadadézer, rey de Sobá, envió a Hadoram, su hijo, donde el rey David para saludarle y para felicitarle por haber atacado y vencido a Hadadézer, ya que Tou estaba en guerra con Hadadézer. Traía Hadoram toda clase de objetos de oro, de plata y de bronce. El rey David los consagró también a Yahveh, con la plata y el oro que había tomado a todas las naciones: a Edom, a Moab, a los ammonitas, a los filisteos y a los amalecitas. Abisay, hijo de Sarvia, derrotó en el Valle de la Sal a 18.000 edomitas; puso gobernadores en Edom; y todos los edomitas quedaron sometidos a David. Yahveh hizo triunfar a David dondequiera iba. Reinó David sobre todo Israel administrando derecho y justicia a todo el pueblo. Joab, hijo de Sarvia, era jefe del ejército; Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo; Sadoq, hijo de Ajitub, y Ajimélek, hijo de Abiatar, eran sacerdotes; Savsá era secretario; Benaías, hijo de Yehoyadá, mandaba a los kereteos y a los peleteos, y los hijos de David eran los primeros junto al rey.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este capítulo, junto al diecinueve y al veinte, narra las victorias de David sobre los enemigos de Israel. El autor empieza con la derrota y la posterior sumisión de los filisteos, los moabitas y los amonitas (vv. 1-8). La narración es concisa, pero muestra la fuerza extraordinaria del nuevo rey. El texto -que recuerda lo que más extensamente escribe el segundo libro de Samuel (cc. 8-21)- omite castigos que David inflige a los moabitas porque no acreditan la gloria del rey. El rey de de Jamat, viendo el avance imparable de David, prefiere enviar a su hijo, con objetos preciosos, para darlos como regalo al rey de Jerusalén (vv. 9-13). El texto alude luego brevemente a algunos puntos sobre la organización del reino (vv. 14-17). En los dos capítulos siguientes continúan las campañas militares de David todavía contra los amonitas y los filisteos. El Cronista, introduciendo aquí una narración sintética de las guerras victoriosas de David, quiere mostrar a los lectores que Dios protege a su enviado dándole la posibilidad de acumular las riquezas que servirán para la construcción del templo. Al autor no se le escapa, no obstante, la crueldad de David, su ferocidad cuando combate a sus enemigos y cuando aplica el exterminio a continuación. Es cierto que deja de explicar muchas de las crueldades que comete el rey, pero no puede no destacar la excesiva familiaridad que tiene con la guerra y con las violencias que conlleva. Y por ello no se le concede a David la facultad de construir el templo, la morada de Dios. Puede ser un artificio del autor de las Crónicas para justificar por qué David no pudo construir el templo, en vista de las victorias y de las riquezas acumuladas. Pero la razón que esgrime el autor -y el capítulo veintidós la explicita- será puesta en boca de David mientras exhorta a Salomón a construir el templo: "Me fue dirigida la palabra del Señor, que me dijo: Tú has derramado mucha sangre y hecho grandes guerras; no podrás edificar tú el templo a mi nombre, porque has derramado en tierra mucha sangre delante de mí" (22,8). Es un comentario significativo que ayuda a comprender la complejidad de la historia de Israel y también a percibir aquellas semillas de paz entre todos los pueblos de la tierra que el Señor nunca ha dejado de sembrar a lo largo de la historia de su pueblo y que emergerán plenamente con el mensaje evangélico. Un midrash nos ayuda a comprender aún mejor este pasaje. Inmediatamente después del paso del Mar Rojo los judíos elevaron a Dios un canto de alabanza. Y cuando los ángeles del cielo le pidieron a Dios que se uniera al coro de los judíos, Dios les contestó: "¿Puedo cantar mientras miles de mis hijos mueren engullidos por el mar?". Es una advertencia que debemos aceptar con atención y respeto. El nombre de Dios es siempre un nombre de paz.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.