ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de la deportación de los judíos de Roma durante la Segunda Guerra mundial. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 16 de octubre

Recuerdo de la deportación de los judíos de Roma durante la Segunda Guerra mundial.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Crónicas 5,1-10

Así fue concluida todo la obra que hizo Salomón para la Casa de Yahveh. Salomón hizo traer todo lo consagrado por su padre David, la plata, el oro y todos los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Dios. Entonces congregó Salomón en Jerusalén a todos los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas de los hijos de Israel, para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde la Ciudad de David, que es Sión. Se reunieron junto al rey todos los hombres de Israel, en la fiesta del mes séptimo. Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los levitas alzaron el arca; y llevaron el arca y la Tienda del Encuentro y todos los utensilios del santuario que había en la Tienda; lo llevaron los sacerdotes levitas. El rey Salomón, con toda la comunidad de Israel que se había reunido en torno a él, sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en incalculable e innumerable abundancia. Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su lugar, al Debir de la Casa, al Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines. Pues los querubines extendían las alas por encima del emplazamiento del arca, cubriendo el arca y los varales por encima. Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo, desde la parte anterior al Debir, pero no se veían desde fuera; y allí están hasta el día de hoy. En el arca no había nada más que las dos tablas que hizo poner Moisés en ella, en el Horeb, cuando Yahveh hizo alianza con los israelitas a su salida de Egipto.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Esta página es como una introducción al gran acontecimiento de la dedicación del templo de Jerusalén. El arca, que contiene las dos tablas de la Ley, es introducida en el templo. Los trabajos han sido ultimados en todas sus partes y Salomón hace llevar allí todo lo que sirve para acoger y custodiar el arca de la Ley y para el desarrollo del culto. Todo debe estar preparado y nada puede ser improvisado. El ambiente externo debe ser digno y significar la dignidad de la morada verdadera de Dios que es su pueblo que lo acoge y lo venera. De hecho, Salomón, "congregó en Jerusalén a todos los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas de los hijos de Israel, para hacer subir el arca de la alianza de Yahvé desde la Ciudad de David, que es Sión". Él sabe bien que el verdadero lugar donde debe habitar la ley del Señor es el corazón de su pueblo. Por ello el arca comienza su entrada "Cuando llegaron todos los ancianos de Israel". Y entonces que "los levitas alzaron el arca; y llevaron el arca y la Tienda del Encuentro y todos los objetos del santuario que había en la Tienda". Es una liturgia que aún hoy se celebra tanto en el culto judío como en las iglesias cristianas. Cuando el pueblo se ha reunido, las Sagradas Escrituras entran solemnemente en medio de la asamblea y son colocadas en alto, preparadas para abrirse y proclamarse a la asamblea. Mediante éstas Dios mismo sigue hablando a su pueblo mientras sobre el altar se ofrecen sacrificios. La asamblea, de forma unánime, eleva al Señor la oración como el incienso que sube desde el altar. Luego el arca es introducida por los sacerdotes "en el Santo de los Santos, a su propio lugar, situado bajo las alas de los querubines". La introducción del "arca" en el Santo de los Santos remite a la entrada de la Palabra de Dios en el corazón de la asamblea de los creyentes, el verdadero Santo de los Santos. De hecho, es al corazón de los creyentes donde se dirige la Palabra de Dios. Es en los corazones donde radica la alianza de Dios con su pueblo. La ley llama al corazón. Y, si es escuchada, hace de muchos un solo pueblo, una sola familia. Moisés, narra el Deuteronomio, poco antes de morir, tras haber escrito la ley, dio este mandamiento a los ancianos del pueblo "Congrega al pueblo, hombres, mujeres y niños, y al forastero que vive en tus ciudades, para que oigan, y aprendan a temer a Yahvé vuestro Dios, y cuiden de poner en práctica todas las palabras de esta Ley. Y sus hijos, que todavía no la conocen, la oirán y aprenderán a temer a Yahvé vuestro Dios". El autor sagrado subraya que en el arca "En el arca no había nada más que las dos tablas de piedra que Moisés depositó allí, en el Horeb, cuando Yahvé estableció alianza con los israelitas cuando salieron de Egipto". Es como decir que a los creyentes les debe bastar sólo la Palabra de Dios y sólo a ésta deben obedecer.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.