ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 23 de octubre

Invitatorio

Oh, Dios ven a salvarnos

Se?or, ven pronto en nuestra ayuda.

Gloria al Padre, al Hijo y al Esp?ritu Santo.

Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amen
Aleluya

Himno

"¿Cómo es posible tener un hijo,
si no conozco a ningún hombre?",
se pregunta María turbada,
al anuncio del ángel divino.

"¿Cómo es posible para un hombre
nacer de nuevo si ya es viejo?",
pregunta a Jesús Nicodemo,
"¿puede volver al seno de mi madre?".

"Sobre ti vendrá el Espíritu
y extenderá su sombra.
Darás a luz un hijo
y el nombre de Jesús le pondrás".

"Quien del Espíritu no renace,
no podrá entrar en mi Reino".
"Como oyes el viento que sopla,
así escuchas el Espíritu del Padre".

"¿Cómo es posible todo esto?".
"Todo es posible al que cree".
La madre de Dios bendita:
"Hágase en mi según tu Palabra".

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.