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Memoria de Jesús crucificado
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Memoria de Jesús crucificado

Para los musulmanes es la Fiesta del sacrificio (Aid al-Adha). Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 26 de octubre

Para los musulmanes es la Fiesta del sacrificio (Aid al-Adha).


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Crónicas 10,1-19

Fue Roboam a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para proclamarle rey. Apenas lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón, volvió de Egipto, pues habían enviado a llamarle. Vino entonces Jeroboam con todo Israel, y hablaron a Roboam diciendo: Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros y te serviremos. El les dijo: "Volved a mí de aquí a tres días." Y el pueblo se fue. El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su padre Salomón, en vida de éste, diciendo: " ¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo?" Ellos le respondieron: "Si eres bueno con este pueblo y les sirves y les das buenas palabras, serán siervos tuyos para siempre." Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio. Les dijo: "¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha hablado diciendo: "Aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?"" Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron diciendo: "Esto debes responder al pueblo que te ha dicho: "Tu padre hizo pesado nuestro yugo, ahora tú aligera nuestro yugo", esto debes responder: "Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre. Un yugo pesado os cargó mi padre, mas yo haré más pesado vuestro yugo; mi padre os ha azotado con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones."" Volvieron, pues, Jeroboam y todo el pueblo al tercer día donde Roboam, según lo que había dicho el rey: "Volved a mí al tercer día"; y el rey les respondió con dureza, abandonando el consejo de los ancianos, y hablándoles según el consejo de los jóvenes, diciendo: "Mi padre hizo pesado vuestro yugo, yo lo haré más pesado todavía; mi padre os azotó con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones." No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de Dios para dar cumplimiento a la palabra que Yahveh había anunciado a Jeroboam, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Silo. Viendo todo Israel que el rey no le oía, replicó el pueblo al rey diciendo: "¿Qué parte tenemos nosotros con David?
No tenemos herencia en el hijo de Jesé.
¡A tus tiendas, Israel!
Mira ahora por tu casa, David."
Y todo Israel se fue a sus tiendas. Roboam reinó sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de Judá. El rey Roboam envió a Adoram, jefe de la leva, pero los israelitas le mataron a pedradas y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subir a su carro para huir a Jerusalén. Israel está en desobediencia contra la casa de David hasta el día de hoy.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Con esta página comienza la sección final de los libros de las Crónicas, que se concluirán con los relatos del exilio de Babilonia y del regreso de la cautividad (2 Cro 36). El interés del autor, también después del final de la edad de oro con la muerte de Salomón y el cisma del reino del Norte provocado por Jeroboán, sigue siendo la dinastía davídica, el templo y aún "todo Israel", sin narrar más, sistemáticamente, la historia del reino del norte. De hecho, mientras que en los dos libros de los Reyes, tras la escisión, las historias paralelas de Israel y de Judá son presentadas alternativamente en una sucesión de relatos, en el segundo libro de las Crónicas está sólo el relato del reino de Judá. En cualquier caso, para el Cronista, aunque el reino del Norte sea considerado ilegítimo por haberse rebelado en la casa de David y por haber rechazado el templo de Jerusalén como único lugar donde Dios ha puesto el nombre, su gente sigue formando parte del único pueblo elegido. Si por un versículo la división de los dos reinos es clara, para el otro versículo el Cronistas recuerda la unicidad del pueblo elegido. De hecho, insiste en escribir "todo Israel", aunque se haya consumado la división. Parece casi sugerir que es imposible para los hombres separar lo que Dios ha unido. En resumen, hay una tensión en la unidad que permanece, a pesar del espíritu de la división que se ha insinuado en el pueblo. El Cronista introduce de improviso el cisma entre el Norte y el Sur, sin hacer preceder el relato por las quejas del pueblo o por las palabras proféticas dirigidas a Jeroboán, como aparece en el pasaje paralelo del libro primero de los Reyes (11, 26-40). Parece querer subrayar que el motivo de la división es la poca sabiduría de Jeroboán, que en cambio Salomón poseía en abundancia.
Es Roboán quien provoca la división dejando Jerusalén, sede del palacio real de la familia davídica y sobre todo del templo, para participar en Siquén, al norte, en una asamblea que no era la del Señor. Roboán, con esta decisión, buscaba la aprobación del pueblo más que la del Señor, al contrario de lo que había hecho su padre Salomón. Jeroboán, hijo de Nebat, acude a Roboán y se hace portavoz del descontento de las tribus septentrionales por el duro gobierno instaurado por Salomón pidiendo una disminución de la presión. Y le expone claramente que si acoge la invitación todas las tribus del norte están dispuestas a coronarlo su rey. Roboán se aconseja primero con los ancianos que habían estado con su padre, los cuales le exhortan a acoger la petición. En verdad, Roboán acoge todo lo que le sugieren sus amigos los jóvenes, quienes le invitan a aumentar la severidad de las normas. Es un comportamiento orgulloso y necio por parte de Roboán: considera humillante acoger el consejo de los ancianos y acepta el de quien ya piensa como él. Por lo demás, su decisión hace pensar en todo lo que dijo el faraón a los judíos que se lamentaban de la dureza de la esclavitud: "Abrumadlos de trabajo para que estén ocupados y no hagan caso de palabras mentirosas" (Ex 5,9). Roboán se acerca al comportamiento de Saúl que no se dirigió al Señor, sino que se alejó del templo y fue a consultar a una asamblea no sagrada. Éste es el error que le produjo el rechazo de las tribus septentrionales y lo impulsó a "huir" hacia Jerusalén.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.