ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 11 de diciembre

Salmo responsorial

Salmo 5

Escucha mis palabras, Yahveh,
repara en mi lamento,

atiende a la voz de mi clamor,
oh mi Rey y mi Dios.
Porque a ti te suplico,

Yahveh;
ya de mañana oyes mi voz;
de mañana te presento mi súplica,
y me quedo a la espera.

Pues no eres tú un Dios que se complace en la impiedad,
no es huésped tuyo el malo.

No, los arrogantes no resisten
delante de tus ojos.
Detestas a todos los agentes de mal,

pierdes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y fraudulento
le abomina Yahveh.

Mas yo, por la abundancia de tu amor,
entro en tu Casa;
en tu santo Templo me prosterno,
lleno de tu temor.

Guíame, Yahveh, en tu justicia,
por causa de los que me acechan,
allana tu camino ante mí.

Que no hay en su boca lealtad,
en su interior, tan sólo subversión;
sepulcro abierto es su garganta,
melosa muévese su lengua.

Trátalos, oh Dios, como culpables,
haz que fracasen sus intrigas;
arrójalos por el exceso de sus crímenes,
por rebelarse contra ti.

Y se alegren los que a ti se acogen,
se alborocen por siempre;
tú los proteges, en ti exultan
los que aman tu nombre.

Pues tú bendices al justo, Yahveh,
como un gran escudo tu favor le cubre.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.