ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Recuerdo de san Policarpo, discípulo del apóstol Juan, obispo y mártir (+ 155). Leer más

Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 23 de febrero

Recuerdo de san Policarpo, discípulo del apóstol Juan, obispo y mártir (+ 155).


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Primera Corintios 5,1-5

Sólo se oye hablar de inmoralidad entre vosotros, y una inmoralidad tal, que no se da ni entre los gentiles, hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su padre. Y ¡vosotros andáis tan hinchados! Y no habéis hecho más bien duelo para que fuera expulsado de entre vosotros el autor de semejante acción. Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Después de los primero cuatro capítulos, que constituyen como una gran introducción de la carta, Pablo ahora responde a algunas cuestiones sobre la vida de la comunidad. De las palabras del apóstol emerge hasta qué punto era importante su vínculo con la comunidad de Corinto. Con decisión afronta el caso de incesto que se había producido en la comunidad y que debe ser resuelto. Es una página que nos impulsa a redescubrir la responsabilidad de la corrección fraterna. Es una dimensión a menudo desatendida, ya sea por pereza o por desinterés. La corrección requiere asumir la responsabilidad de la fraternidad, y comporta un largo y paciente «trabajo» –que no excluye la dureza– para intentar cambiar el corazón del que se ha equivocado, y para preservar el crecimiento de la comunidad. La gravedad del pecado requiere, como en este caso, una decisión igualmente grave para neutralizar el peligro. Pero todo eso no es posible sin el amor, un amor paterno. Por desgracia, a veces nos guían la frialdad o, peor aún, la indiferencia, lo que lleva a desentendernos de los hermanos. El apóstol Pablo nos enseña a tener presente la salvación incluso de aquellos que se han manchado con culpas graves. La dura decisión respecto al pecador se toma para que «el espíritu se salve en el Día del Señor» (v. 5). Sus primeras palabras son de reproche porque esta hierba no haya sido arrancada rápidamente y con rigor, en lugar de contentarse simplemente con algunas palabras de censura. La comunidad, sostiene el apóstol, es corresponsable de la santidad de todos sus miembros: por eso es su deber, tanto comunitario como de cada uno de sus miembros, corregir fraternalmente a los hermanos y las hermanas para que el mal sea alejado y el único cuerpo del Señor sea edificado según el espíritu evangélico. Ése es el sentido de la corrección fraterna que leemos ya en el Evangelio, y que manifiesta la verdadera solidaridad entre los miembros de la única familia de Dios.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.