ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 15 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Primera Corintios 14,1-25

Buscad la caridad; pero aspirad también a los dones espirituales, especialmente a la profecía. Pues el que habla en lengua no habla a los hombres sino a Dios. En efecto, nadie le entiende: dice en espíritu cosas misteriosas. Por el contrario, el que profetiza, habla a los hombres para su edificación, exhortación y consolación. El que habla en lengua, se edifica a sí mismo; el que profetiza, edifica a toda la asamblea. Deseo que habléis todos en lenguas; prefiero, sin embargo, que profeticéis. Pues el que profetiza, supera al que habla en lenguas, a no ser que también interprete, para que la asamblea reciba edificación. Y ahora, hermanos, supongamos que yo vaya donde vosotros hablándoos en lenguas, ¿qué os aprovecharía yo, si mi palabra no os trajese ni revelación ni ciencia ni profecía ni enseñanza? Así sucede con los instrumentos de música inanimados, tales como la flauta o la cítara. Si no dan distintamente los sonidos, ¿cómo se conocerá lo que toca la flauta o la cítara? Y si la trompeta no da sino un sonido confuso, ¿quién se preparará para la batalla? Así también vosotros: si al hablar no pronunciáis palabras inteligibles, ¿cómo se entenderá lo que decís? Es como si hablarais al viento. Hay en el mundo no sé cuántas variedades de lenguas, y nada hay sin lenguaje. Mas si yo desconozco el valor del lenguaje seré un bárbaro para el que me habla; y el que me habla, un bárbaro para mí. Así pues, ya que aspiráis a los dones espirituales, procurad abundar en ellos para la edificación de la asamblea. Por tanto, el que habla en lengua, pida el don de interpretar. Porque si oro en lengua, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin fruto. Entonces, ¿qué hacer? Oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con la mente. Porque si no bendices más que con el espíritu ¿cómo dirá «amén» a tu acción de gracias el que ocupa el lugar del no iniciado, pues no sabe lo que dices? ¡Cierto!, tu acción de gracias es excelente; pero el otro no se edifica. Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la asamblea, prefiero decir cinco palabras con mi mente, para instruir a los demás, que 10.000 en lengua. Hermanos, no seáis niños en juicio. Sed niños en malicia, pero hombres maduros en juicio. Está escrito en la Ley: Por hombres de lenguas extrañas y por boca de extraños hablaré yo a este pueblo, y ni así me escucharán, dice el Señor. Así pues, las lenguas sirven de señal no para los creyentes, sino para los infieles; en cambio la profecía, no para los infieles, sino para los creyentes. Si, pues, se reúne toda la asamblea y todos hablan en lenguas y entran en ella no iniciados o infieles, ¿no dirán que estáis locos? Por el contrario, si todos profetizan y entra un infiel o un no iniciado, será convencido por todos, juzgado por todos. Los secretos de su corazón quedarán al descubierto y, postrado rostro en tierra, adorará a Dios confesando que Dios está verdaderamente entre vosotros.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El apóstol, tras haber cantado el himno al amor, insiste y exhorta a los corintios: «Buscad la caridad». Pablo ha subrayado la altura del carisma de la caridad, que es el alma, el corazón y la razón que mueve todos los demás carismas. Y cita uno de ellos en particular, el carisma de la inspiración («profecía»), al que prioriza respecto del «hablar en lenguas». La «glosolalia», que así se denominaba el hecho de hablar en lenguas, era un fenómeno que se había visto en repetidas ocasiones en las reuniones de las primeras comunidades cristianas (hoy está presente en algunos grupos pentecostales), y su objetivo era dirigirse a Dios sin tener en cuenta si los demás lo entendían o no. El apóstol Pablo, precisamente porque le impulsaba el amor hacia la comunidad, subraya el carisma de la «inspiración», es decir, el carisma de hablar a la vida y al corazón de los hermanos de manera que comprendan. Es de este modo como efectivamente se edifica la comunidad. Pablo sabe bien la importancia que tiene la palabra en la vida de la comunidad de los creyentes. Por eso interviene para que no sea pronunciada «al aire», sino en la concreción de la vida y de los comportamientos; que sea, en definitiva, una palabra inteligible, que toque el corazón, que conmueva, que nos haga descubrirnos a nosotros mismos. Solo esta palabra logra cambiar los corazones y los comportamientos. El modo de comprobarlo es que sea una palabra que puedan comprender también los no iniciados, los «externos» a la comunidad, diciendo: «Dios está realmente entre vosotros». La insistencia en la inspiración y por tanto en la comprensibilidad de la predicación es propia de quien sabe realmente el significado del arte pastoral: no hablar en abstracto, no enunciar simplemente las verdades sino saberlas acompañar para que lleguen al corazón y den fruto.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.