ORACIÓN CADA DÍA

Domingo de Pentecostés
Palabra de dios todos los dias

Domingo de Pentecostés

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Libretto DEL GIORNO
Domingo de Pentecostés
Domingo 19 de mayo

Himno

Ven Espíritu Santo,
y mándanos del cielo
un rayo de tu luz.

Ven Padre de los pobres,
ven fuente de los dones,
ven luz de los corazones.

Tú, que consuelas al triste,
sé huésped del alma,
alivio en el cansancio.

En la fatiga reposo,
en el desierto reparo,
en el llanto consuelo.

Oh luz de paz,
colma en lo más íntimo
el corazón de tus fieles.

Sin tu poder y tu fuerza
nada hay en el hombre
nada queda sin culpa.

Renueva lo que es viejo
empapa lo que es árido,
cura lo que está enfermo.

Dobla lo que es rígido,
calienta lo que está frío,
guía lo que está disperso.

Dona a tus fieles,
que solo en ti confían,
tus santos dones. Amén.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.