ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Paz
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 20 de mayo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Colosenses 3,1-4

Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El apóstol recuerda a los cristianos de Colosas que desde ahora ellos ya han resucitado con Cristo y por tanto están liberados de la esclavitud del mal y de la muerte. No obstante, Pablo sabe que aún no ha terminado la lucha contra el miedo y el pecado. Por esto es necesario permanecer unidos a Cristo y buscar «las cosas de arriba»; y no es una empresa imposible puesto que la meta no está lejos ni es desconocida. Lo que se pide al discípulo es que permanezca con Cristo y secunde la vida nueva que nos ha dado. Efectivamente, se trata de dejar que obre en nosotros la fuerza de la resurrección de la que nos hemos hecho partícipes. Por ello el apóstol exhorta a no pensar en las «cosas de la tierra», es decir, a no considerarlas definitivas, a no sacrificar nuestra vida sobre su altar, pues son efímeras y pasajeras. El cristiano que vive con Jesús participa desde ahora en el reino final y por tanto, ya que es miembro del cuerpo de Cristo, se le llama a realizar el Evangelio en su vida cotidiana convirtiéndose en una nueva creación. En él habita ya la salvación, como Jesús mismo había dicho: «En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida» (Jn 5,24). No obstante, sabemos que la vida nueva que Cristo nos ha dado está todavía oculta y se manifestará en su plenitud al final de los tiempos. Se nos pide a nosotros custodiarla y hacerla crecer para que anticipe la llegada del último día.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.