ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los apóstoles
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los apóstoles

Fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, mártires en Roma alrededor de los años 60-70. Recuerdo del beato Ramon Llull (1235-1316). Catalán con un espíritu afín al de san Francisco, amó a los musulmanes y promovió el diálogo entre creyentes. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los apóstoles
Sábado 29 de junio

Salmo responsorial

Psaume 75 (76)

En Judá Dios es conocido,
grande es su nombre en Israel;

su tienda está en Salem,
su morada en Sión;

allí quebró las ráfagas del arco,
el escudo, la espada y la guerra. Pausa.

Fulgurante eres tú, maravilloso
por los montones de botín

de que han sido despojados;
los bravos durmiendo están su sueño,
a todos los hombres fuertes les fallaron los brazos;

a tu amenaza, oh Dios de Jacob,
carro y caballo se quedaron pasmados.

Tú, tú el terrible, ¿quién puede resistir
ante tu faz, bajo el golpe de tu ira?

Desde los cielos pronuncias la sentencia,
la tierra se amedrenta y enmudece

cuando Dios se levanta para el juicio,
para salvar a todos los humildes de la tierra.
Pausa.

La cólera del hombre te celebra,
te ceñirás con los escapados a la Cólera.

Haced votos y cumplidlos a Yahveh, vuestro Dios,
los que le rodean traigan presentes al Terrible; "

el que corta el aliento a los príncipes,
el temible para los reyes de la tierra.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.