ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Recuerdo de Floribert Bwuana Chui, joven congoleño de la Comunidad de Sant'Egidio asesinado por desconocidos en Goma porque se opuso a un intento de corrupción. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 8 de julio

Salmo responsorial

Psaume 77 (78), 1-40

Escucha mi ley, pueblo mío,
tiende tu oído a las palabras de mi boca;

voy a abrir mi boca en parábolas,
a evocar los misterios del pasado.

Lo que hemos oído y que sabemos,
lo que nuestros padres nos contaron,

no se lo callaremos a sus hijos,
a la futura generación lo contaremos:
Las alabanzas de Yahveh y su poder,
las maravillas que hizo;

él estableció en Jacob un dictamen,
y puso una ley en Israel;
El había mandado a nuestros padres
que lo comunicaran a sus hijos,

que la generación siguiente lo supiera,
los hijos que habían de nacer;
y que éstos se alzaran y se lo contaran a sus hijos,

para que pusieran en Dios su confianza,
no olvidaran las hazañas de Dios,
y sus mandamientos observaran;

para que no fueran, lo mismo que sus padres,
una generación rebelde y revoltosa,
generación de corazón voluble
y de espíritu desleal a Dios.

Los hijos de Efraím, diestros arqueros,
retrocedieron el día del combate;

no guardaban la alianza hecha con Dios,
rehusaban caminar según su ley;

tenían olvidados sus portentos,
las maravillas que él les hizo ver:

prodigios hizo a la vista de sus padres
en el país de Egipto, en los campos de Tanis.

Hendió la mar y los pasó a través,
contuvo las aguas como un dique;

de día los guiaba con la nube,
y cada noche con resplandor de fuego;

en el desierto hendió las rocas,
los abrevó a raudales sin medida;

hizo brotar arroyos de la peña
y descender las aguas como ríos.

Pero ellos volvían a pecar contra él,
a rebelarse contra el Altísimo en la estepa;

a Dios tentaron en su corazón
reclamando manjar para su hambre.

Hablaron contra Dios;
dijeron: "¿Será Dios capaz
de aderezar una mesa en el desierto?

Ved que él hirió la roca,
y corrieron las aguas, fluyeron los torrentes:
¿podrá de igual modo darnos pan,
y procurar carne a su pueblo?

Entonces Yahveh lo oyó y se enfureció,
un fuego se encendió contra Jacob,
y la Cólera estalló contra Israel,

porque en Dios no habían tenido fe
ni confiaban en su salvación.

Y a las nubes mandó desde lo alto,
abrió las compuertas de los cielos;

hizo llover sobre ellos maná para comer,
les dio el trigo de los cielos;

pan de Fuertes comió el hombre,
les mandó provisión hasta la hartura.

Hizo soplar en los cielos el solano,
el viento del sur con su poder atrajo,

y llovió sobre ellos carne como polvo,
y aves como la arena de los mares;

las dejó caer en medio de su campo,
en torno a sus moradas.

Comieron hasta quedar bien hartos,
así satisfizo su avidez;

mas aún no habían colmado su avidez,
su comida estaba aún en su boca,

cuando la cólera de Dios estalló contra ellos:
hizo estragos entre los más fuertes,
y abatió a la flor de Israel.

Mas con todo pecaron todavía,
en sus maravillas no tuvieron fe.

El consumió sus días con un soplo,
y sus años con espanto.

Cuando los mataba, le buscaban,
se convertían, se afanaban por él,

y recordaban que Dios era su roca,
su redentor, el Dios Altísimo.

Mas le halagaban con su boca,
y con su lengua le mentían;

su corazón no era fiel para con él,
no tenían fe en su alianza.

El, con todo, enternecido,
borraba las culpas y no exterminaba;
bien de veces su cólera contuvo
y no despertó todo su furor:

se acordaba de que ellos eran carne,
un soplo que se va y no vuelve más.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.