ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de Nunzia, discapacitada mental que murió en Nápoles, y de todos los discapacitados mentales que se han dormido en el Señor. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 30 de julio

Recuerdo de Nunzia, discapacitada mental que murió en Nápoles, y de todos los discapacitados mentales que se han dormido en el Señor.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jeremías 11,1-23

Palabra que llegó de parte de Yahveh a Jeremías: Oíd los términos de esta alianza y hablad a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén, y diles: Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Maldito el varón que no escuche los términos de esta alianza que mandé a vuestros padres el día que los saqué de Egipto, del crisol de hierro, diciéndoles: "Oíd mi voz y obrad conforme a lo que os he mandado; y así seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios, en orden a cumplir el juramento que hice a vuestros padres, de darles una tierra que mana leche y miel - como se cumple hoy." Respondí y dije: ¡Amén, Yahveh! Y me dijo Yahveh: Pregona todas estas palabras por las ciudades de Judá y por las calles de Jerusalén: "Oíd los términos de esta alianza y cumplidlos: que bien advertí a vuestros padres el día que les hice subir de Egipto, y hasta la fecha he insistido en advertírselo: ¡Oíd mi voz! Mas no oyeron ni aplicaron el oído, sino que cada cual procedió según la terquedad de su corazón malo. Y así he aplicado contra ellos todos los términos de dicha alianza que les mandé cumplir y no lo hicieron." Y me dijo Yahveh: Se ha descubierto una conjura entre los hombres de Judá y entre los habitantes de Jerusalén. Han reincidido en las culpas de sus mayores, que rehusaron escuchar mis palabras: se han ido en pos de otros dioses para servirles; han violado la casa de Israel y la casa de Judá mi alianza, que pacté con sus padres. Por ende, así dice Yahveh: He aquí que yo les traigo una desgracia a la que no podrán hurtarse; y aunque se me quejaren, no les oiré. ¡Que vayan las ciudades de Judá y los moradores de Jerusalén, y que se quejen a los dioses a quienes inciensan!, que lo que es salvarles, no les salvarán al tiempo de su desgracia. Pues cuantas son tus ciudades,
otros tantos son tus dioses, Judá;
y cuantas calles cuenta Jerusalén,
otros tantos altares a la Vergüenza,
otros tantos altares hay de Baal. En cuanto a ti, no pidas por este pueblo, ni eleves por ellos plegaria ni oración, porque no he de oír cuando clamen a mí por su desgracia. ¿Qué hace mi amada en mi Casa?;
su obrar ¿no es pura doblez?
¿Es que los votos y la carne consagrada
harán pasar de ti tu desgracia?
Entonces sí que te regocijarías. Olivo frondoso, lozano, de fruto hermoso
te había puesto Yahveh por nombre.
Pero con gran estrépito
le ha prendido fuego,
y se han quemado sus guías. Yahveh Sebaot, que te plantó, te ha sentenciado, dada la maldad que ha cometido la casa de Israel y la casa de Judá, exasperándome por incensar a Baal. Yahveh me lo hizo saber, y me enteré de ello. Entonces me descubriste, Yahveh, sus maquinaciones. Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber que contra mí tramaban maquinaciones: "Destruyamos el árbol en su vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse." ¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo,
que escrutas los riñones y el corazón!,
vea yo tu venganza contra ellos,
porque a ti he manifestado mi causa. Y en efecto, así dice Yahveh tocante a los de Anatot, que buscan mi muerte diciendo: "No profetices en nombre de Yahveh, y no morirás a nuestras manos". Por eso así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo les voy a visitar. Sus mancebos morirán por la espada, sus hijos e hijas morirán de hambre, y no quedará de ellos ni reliquia cuando yo traiga la desgracia a los de Anatot, el año en que sean visitados.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La historia de Israel con Dios es una historia de alianza que empezó Dios. Él fue, efectivamente, quien se acercó a Israel y guió su historia. La alianza se manifiesta en la fidelidad recíproca entre Dios y su pueblo. Es un pacto de amistad, de amor, por el que se le pide a Israel que responda al Señor que habla, que pregunta, que indica el camino. La fidelidad en la escucha de la palabra del Señor es la garantía de fidelidad para Israel. En el libro del Éxodo se lee: «Si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la Tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa» (19,5-6). La invitación a escuchar al Señor se repite con frecuencia en las páginas de las Escrituras, como en esta: «Bien advertí a vuestros padres el día que los hice subir de Egipto, y hasta la fecha he insistido en advertírselo: ¡Oíd mi voz!». Jeremías reinterpreta toda la historia de su pueblo como la historia de la atención de Dios que ha hablado continuamente a todas las generaciones hasta su tiempo. La Epístola a los Hebreos añade que en los últimos tiempos –hoy– el Señor nos habla a nosotros por medio de Jesús, Palabra de Dios hecha carne. La salvación consiste en seguir al Señor que no deja de hablarnos. Aquel que no escucha y sigue «la terquedad de su corazón malo» pierde el camino de la salvación. El profeta afirma que no escuchar pone en discusión la misma misión que Dios le ha confiado y dice: «¡Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber que intrigaban contra mí!». También Jesús es presentado en los evangelios como el cordero de Dios, manso y humilde, al que llevan a la muerte. A través de la sangre de aquel cordero, a través de su muerte, Dios establece una nueva alianza con los hombres, como rezan las palabras que el sacerdote pronuncia durante la consagración del vino: «Este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna». En la muerte y resurrección de Jesús se reconstruye el pacto de amor entre Dios y la humanidad y todos podemos nuevamente volver a la amistad de Dios.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.