ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

XIX del tiempo ordinario
Recuerdo de santa Clara de Asís (1193-1253), discípula de san Francisco en el camino de la pobreza y de la simplicidad evangélica.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 11 de agosto

Salmo responsorial

Salmo 32 (33)

¡Gritad de júbilo, justos, por Yahveh!,
de los rectos es propia la alabanza;

¡dad gracias a Yahveh con la cítara,
salmodiad para él al arpa de diez cuerdas;

cantadle un cantar nuevo,
tocad la mejor música en la aclamación!

Pues recta es la palabra de Yahveh,
toda su obra fundada en la verdad;

él ama la justicia y el derecho,
del amor de Yahveh está llena la tierra.

Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos
por el soplo de su boca toda su mesnada.

El recoge, como un dique, las aguas del mar,
en depósitos pone los abismos.

¡Tema a Yahveh la tierra entera,
ante él tiemblen todos los que habitan el orbe!

Pues él habló y fue así,
mandó él y se hizo.

Yahveh frustra el plan de las naciones,
hace vanos los proyectos de los pueblos;

mas el plan de Yahveh subsiste para siempre,
los proyectos de su corazón por todas las edades.

¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh,
el pueblo que se escogió por heredad!

Yahveh mira de lo alto de los cielos,
ve a todos los hijos de Adán;

desde el lugar de su morada observa
a todos los habitantes de la tierra,

él, que forma el corazón de cada uno,
y repara en todas sus acciones.

No queda a salvo el rey por su gran ejército,
ni el bravo inmune por su enorme fuerza.

Vana cosa el caballo para la victoria,
ni con todo su vigor puede salvar.

Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen,
sobre los que esperan en su amor,

para librar su alma de la muerte,
y sostener su vida en la penuria.

Nuestra alma en Yahveh espera,
él es nuestro socorro y nuestro escudo;

en él se alegra nuestro corazón,
y en su santo nombre confiamos.

Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros,
como está en ti nuestra esperanza.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.