ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 30 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jeremías 23,17-40

Dicen a los que me desprecian: "Yahveh dice: ¡Paz tendréis!"
y a todo el que camina en terquedad de corazón:
"No os sucederá nada malo." (Porque ¿quién asistió al consejo de Yahveh y vio y oyó su palabra?, ¿quién escuchó su palabra y la ha oído?) Mirad que una tormenta de Yahveh, su ira, ha estallado,
un torbellino remolinea,
sobre la cabeza de los malos descarga. No ha de apaciguarse la ira de Yahveh
hasta que la ejecute, y realice
los designios de su corazón.
En días futuros os percataréis de ello. Yo no envié a esos profetas,
y ellos corrieron.
No les hablé,
y ellos profetizaron. Pues si asistieron a mi consejo,
hagan oír mi palabra a mi pueblo,
y háganle tornar de su mal camino
y de sus acciones malas. ¿Soy yo un Dios sólo de cerca - oráculo de Yahveh -
y no soy Dios de lejos? ¿O se esconderá alguno en escondite donde yo no le vea? - oráculo de Yahveh -.
¿Los cielos y la tierra
no los lleno yo? - oráculo de Yahveh -. Ya he oído lo que dicen esos profetas que profetizan falsamente en mi nombre diciendo: "¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!" ¿Hasta cuándo va a durar esto en el corazón de los profetas que profetizan en falso y son profetas de la impostura de su corazón?, ¿los que piensan hacer olvidarse a mi pueblo de mi Nombre por los sueños que se cuentan cada cual a su vecino, como olvidaron sus padres mi Nombre por Baal? Profeta que tenga un sueño, cuente un sueño, y el que tenga consigo mi palabra, que hable mi palabra fielmente. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano? - oráculo de Yahveh -. ¿No es así mi palabra, como el fuego, y como un martillo golpea la peña? Pues bien, aquí estoy yo contra los profetas - oráculo de Yahveh - que se roban mis palabras el uno al otro. Aquí estoy yo contra los profetas - oráculo de Yahveh - que usan de su lengua y emiten oráculo. Aquí estoy yo contra los profetas que profetizan falsos sueños - oráculo de Yahveh - y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus falsedades y su presunción, cuando yo ni les he enviado ni dado órdenes, y ellos de ningún provecho han sido para este pueblo - oráculo de Yahveh -. Y cuando te pregunte este pueblo - o un profeta o un sacerdote -. "¿Cuál es la carga de Yahveh?" les dirás: "Vosotros sois la carga, y voy a dejaros en el suelo - oráculo de Yahveh -." Y el profeta, el sacerdote o cualquiera que dijere: "Una carga de Yahveh", yo me las entenderé con él y con su casa. Así os diréis cada uno a su prójimo, y cada uno a su hermano: "¿Qué ha respondido Yahveh?, ¿qué ha dicho Yahveh?" Pero de eso de la "carga de Yahveh" no os acordaréis más, porque tal carga sería para cada uno su propia palabra. Porque trastornáis las palabras del Dios vivo, Yahveh Sebaot nuestro Dios. Así diréis al profeta: "¿Qué te ha respondido Yahveh?, ¿qué ha dicho Yahveh?" Pero como habléis de "carga de Yahveh", entonces así dice Yahveh: "Por haber dicho eso de carga de Yahveh por más que os avisé que no dijerais carga de Yahveh, por lo mismo, he aquí que yo os levanto en alto y os dejo caer a vosotros y a la ciudad que os di a vosotros y a vuestros padres. Y os pondré encima oprobio eterno y baldón eterno que no será olvidado."

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La Palabra del Señor es un fuego que quema y destruye para edificar un corazón nuevo, un hombre nuevo. El Señor sabe que su Palabra es eficaz y que provoca una transformación. El Señor no quiere que el hombre quede aniquilado por el peso terrible de sus culpas y de sus faltas, y que termine en la oscuridad de las tinieblas. La Palabra quema las impurezas de un corazón acostumbrado a sentirse amo de sí mismo y de su destino, pero al mismo tiempo sosiega y sostiene cuando las fuerzas disminuyen y todo parece desdibujarse. La Palabra nos despierta del torpor del egocentrismo y de la resignación; levanta del polvo a quien ha caído y no se ocupa de su humanidad. La Palabra hace que los profetas comuniquen los sueños y las visiones que el Señor inspira y que trabajen para hacerlos realidad. Pero la Palabra también es un reto. El profeta es consciente de que también él necesita escuchar lo que luego tendrá que comunicar y pedir ayuda para comunicarlo con fuerza y con claridad. El profeta –y esto es válido para todo creyente, para todo discípulo llamado a comunicar la palabra del maestro– conoce bien sus debilidades y sabe que estas son barreras insuperables sin Aquel que da la fuerza. Por eso el apóstol puede decir: «Cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte» (2 Co 12,10). La Palabra desafía al orgullo de cada persona –¡ese es el pecado de los falsos profetas!–y se convierte en una guía segura en la humildad y en la paciencia. Hay que aprender a hablar el lenguaje de la Palabra del Señor, no el de los falsos profetas que viven llenos de sus mentiras y de su apariencia. Sus palabras pretenden trastornar «las palabras del Dios vivo», pero están vacías y por eso no transmiten vida sino solo muerte, tanto la espiritual como la histórica. El profeta que habla de sí mismo y no de Dios no se da cuenta de que sustituye el amor que hace crecer con la atención estéril hacia los deseos de sí mismo. Pero Dios está al lado de los hombres «de cerca» y «de lejos». Él llena «los cielos y la Tierra».

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.