ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Paz
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 16 de septiembre

Salmo responsorial

Psaume 104 (105)

¡Aleluya!
¡Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre,
divulgad entre los pueblos sus hazañas!

¡Cantadle, salmodiad para él,
sus maravillas todas recitad;

gloriaos en su santo nombre,
se alegre el corazón de los que buscan a Yahveh!

¡Buscad a Yahveh y su fuerza,
id tras su rostro sin descanso,

recordad las maravillas que él ha hecho,
sus prodigios y los juicios de su boca!

Raza de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:

él, Yahveh, es nuestro Dios,
por toda la tierra sus juicios.

El se acuerda por siempre de su alianza,
palabra que impuso a mil generaciones,

lo que pactó con Abraham,
el juramento que hizo a Isaac,

y que puso a Jacob como precepto,
a Israel como alianza eterna,

diciendo: "Yo te daré la tierra de Canaán
por parte de vuestra herencia".

Aunque ellos eran poco numerosos,
gente de paso y forasteros allí,

cuando iban de nación en nación,
desde un reino a otro pueblo,

a nadie permitió oprimirles,
por ellos castigó a los reyes:

Guardaos de tocar a mis ungidos,
ni mal alguno hagáis a mis profetas.

Llamó al hambre sobre aquel país,
todo bastón de pan rompió;

delante de ellos envió a un hombre,
José, vendido como esclavo.

Sus pies vejaron con grilletes,
por su cuello pasaron las cadenas,

hasta que se cumplió su predicción,
y le acreditó la palabra de Yahveh.

El rey mandó a soltarle,
el soberano de pueblos, a dejarle libre;

le erigió señor sobre su casa,
y de toda su hacienda soberano,

para instruir a su gusto a sus magnates,
y a sus ancianos hacer sabios.

Entonces Israel entró en Egipto,
Jacob residió en el país de Cam.

El aumentó a su pueblo en gran manera,
le hizo más fuerte que sus adversarios;

cambió el corazón de éstos para que odiasen a su pueblo
y a sus siervos pusieran asechanzas.

Luego envió a Moisés su servidor,
y Aarón, su escogido,

que hicieron entre ellos sus señales anunciadas,
prodigios en el país de Cam.

Mandó tinieblas y tinieblas hubo,
mas ellos desafiaron sus palabras.

Trocó en sangre sus aguas
y a sus peces dio muerte.

Pululó de ranas su país,
hasta en las moradas de sus reyes;

mandó él, y vinieron los mosquitos,
los cínifes por toda su comarca.

Les dio por lluvia el granizo,
llamas de fuego en su país;

hirió sus viñedos, sus higueras,
y los árboles quebró de su comarca.

Dio la orden, y llegó la langosta,
y el pulgón en número incontable;

comieron toda hierba en su país,
comieron el fruto de su suelo.

E hirió en su país a todo primogénito,
las primicias de todo su vigor;

y a ellos los sacó con plata y oro,
ni uno solo flaqueó de entre sus tribus.

Egipto se alegró de su salida,
pues era presa del terror.

El desplegó una nube por cubierta,
y un fuego para alumbrar de noche.

Pidieron, y trajo codornices,
de pan de los cielos los hartó;

abrió la roca, y brotaron las aguas,
como río corrieron por los sequedales.

Recordando su palabra sagrada
dada a Abraham su servidor,

sacó a su pueblo en alborozo,
a sus elegidos entre gritos de júbilo.

Y las tierras les dio de las naciones,
el trabajo de las gentes heredaron,

a fin de que guarden sus preceptos
y sus leyes observen.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.