ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Recuerdo de san Wenceslao, venerado como mártir en Bohemia. Recuerdo de William Quijano, joven salvadoreño de la Comunidad de Sant'Egidio asesinado por la violencia de las maras. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 28 de septiembre

Recuerdo de san Wenceslao, venerado como mártir en Bohemia. Recuerdo de William Quijano, joven salvadoreño de la Comunidad de Sant’Egidio asesinado por la violencia de las maras.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jeremías 40,7; 41,1-18

Todos los jefes de guerrilleros, así como sus hombres, oyeron cómo el rey de Babilonia había encargado del país a Godolías, hijo de Ajicam, y cómo le había encargado de los hombres, mujeres, niños y de aquella gente baja de la tierra, que no habían sido deportados a Babilonia, Pues bien, el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá, de linaje real, se dirigió en compañía de algunos grandes del rey y diez hombres a Godolías, hijo de Ajicam, a Mispá, y allí en Mispá comieron juntos. Se levantó Ismael, hijo de Netanías, y los diez que estaban con él, y acuchillaron a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, y dieron muerte a aquel a quien el rey de Babilonia había encargado del país. También mató Ismael a todos los judíos que estaban con él, con Godolías, en Mispá y a los guerreros caldeos que se hallaban allí. Era al día siguiente del asesinato de Godolías, y nadie lo sabía. Unos hombres venían de Siquem de Silo y de Samaría, ochenta entre todos, la barba raída, harapientos y arañados, portadores de oblaciones e incienso que traían a la Casa de Yahveh. Salió Ismael, hijo de Netanías, a su encuentro desde Mispá. Iba llorando mientras caminaba, y llegando junto a ellos, les dijo: "Venid adonde Godolías, hijo de Ajicam." Y así que hubieron entrado dentro de la ciudad, Ismael, hijo de Netanías, los degolló con la ayuda de sus hombres, y los echó dentro de una cisterna. Entre aquellos hombres hubo diez que dijeron a Ismael: "No nos mates, que en el campo tenemos escondites de trigo, cebada, aceite y miel." Y no les mató como a sus hermanos. La cisterna adonde echó Ismael todos los cadáveres de los hombres que mató, era la cisterna grande. Es la que hizo el rey Asá para prevenirse contra Basá, rey de Israel; Ismael, hijo de Netanías, la llenó de asesinados. Luego Ismael hizo prisioneros a todo el resto del pueblo que quedaba en Mispá, a las hijas del rey y a todo el pueblo que quedaba en Mispá, que Nebuzaradán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo de Ajicam; y de madrugada se fue Ismael, hijo de Netanías, a pasarse a los ammonitas. Oyó Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las fuerzas que le acompañaban, todos los crímenes que había hecho Ismael, hijo de Netanías. Tomando a todos sus hombres fueron a luchar con Ismael, hijo de Netanías, al que encontraron junto a la gran alberca, que está en Gabaón. Apenas toda la gente que esta con Ismael vio a Yojanán, hijo de Caréaj, y a todos los jefes de las fuerzas que le acompañaban, se llenaron de gozo, y dando media vuelta toda aquella gente que Ismael llevaba prisionera de Mispá, regresaron al lado de Yojanán, hijo de Caréaj, en tanto que Ismael, hijo de Netanías, se escapaba de Yojanán con ocho hombres, rumbo a los ammonitas. Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las fuerzas que le acompañaban recogieron de Mispá a todo el resto de la gente que Ismael, hijo de Netanías, había hecho prisionera después que hubo matado a Godolías, hijo de Ajicam - hombres, gente de guerra, mujeres, niños y eunucos -, a los cuales hizo volver de Gabaón. Ellos se fueron y se instalaron en el Refugio de Kimham, que está al lado de Belén, para seguir luego hasta Egipto huyendo de los caldeos, pues les temían por haber matado Ismael, hijo de Netanías, a Godolías, hijo de Ajicam, a quien el rey de Babilonia había encargado del país.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Nos encontramos en un momento crucial de la situación de Jerusalén. Muchos no aceptan la situación que se ha creado, sobre todo la decisión de los babilonios que han impuesto a Godolías como rey sometido a ellos. La falta de independencia abrasa, pero según Jeremías no es lo esencial en este momento. Se desatan luchas entre grupos que proponen soluciones distintas a la actual situación. Algunos querrían rebelarse contra el dominador extranjero, mientras que otros querrían aceptar la situación que parece garantizar la libertad de practicar la propia fe y una cierta autonomía. Los opositores, encabezados por Ismael, eliminan al rey Godolías junto a todos aquellos que habían sido fieles aliados suyos. La violencia y la crueldad se imponen siempre cuando uno quiere afirmar con la fuerza su punto de vista. Lo vemos también hoy en muchas situaciones de conflicto, en las que parece casi imposible reconducir a los adversarios hacia un debate y un diálogo sereno, que podría llevar a soluciones compartidas. Pero el diálogo parece imposible cuando uno piensa tener la razón y no acepta poner en discusión sus convicciones. Así, otro grupo, liderado por Juan, hijo de Caréaj, obliga a huir al asesino del rey, mientras que los hombres que le son fieles se pasan al bando de Juan, que a su vez huye a Egipto por miedo de los babilonios. El mismo Jeremías se verá obligado a seguir a este grupo, tal como narra el capítulo siguiente. Pero esta decisión, fruto del miedo, es la consecuencia de la negación a escuchar la palabra de Dios: «…entrando en la tierra de Egipto, –pues desoyeron la voz del Señor–, se adentraron hasta Tafnis» (43,7). Jeremías se ve obligado a recorrer en sentido contrario el camino de la salvación y de la liberación, que Israel había hecho hacia la tierra prometida. Se convierte así en el anti Moisés, el profeta que no es escuchado, pero que comparte hasta el final la situación de su pueblo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.