ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Paz
Palabra de dios todos los dias

Oración por la Paz

Recuerdo de la dedicación de las basílicas romanas de San Pedro del Vaticano y de San Pablo Extramuros. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 18 de noviembre

Recuerdo de la dedicación de las basílicas romanas de San Pedro del Vaticano y de San Pablo Extramuros.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 14,22-33

Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Animo!, que soy yo; no temáis.» Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas.» «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!» Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Desde inicios del segundo milenio se celebran juntas en Roma las fiestas de la dedicación de las basílicas de San Pedro y de San Pablo, como queriendo destacar el vínculo entre los dos apóstoles, llamados «columnas» de la Iglesia de Roma. En ellos podemos ver la doble misión de la Iglesia, la de institución petrina y la carismática paulina. Ambas forman parte del misterio de la Iglesia y deben vivir en toda comunidad cristiana. La lectura de los Hechos de los Apóstoles explica la llegada de Pablo a Roma donde durante dos años predicó el Evangelio «con toda valentía y sin estorbo alguno» a pesar de estar preso. El Evangelio nos presenta, por otra parte, la fe de Pedro. Explica el evangelista Mateo que después de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús indicó a sus discípulos que subieran a la barca y que fueran delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Al final, después de que todos (muchedumbre y discípulos) se hubieran alejado, Jesús, solo, sube al monte a orar. Es una escena que encontramos a menudo en los Evangelios (evidentemente, impresionó mucho a los discípulos y a la primera comunidad cristiana). Mientras la barca estaba atravesando el mar se desencadena una tormenta. El Evangelista parece sugerir que sin Jesús es fácil que se levanten vientos y tormentas. En cualquier caso, la noche, todas las noches, están siempre llenas de miedo. Pero llega el alba. Y mientras sale el sol Jesús se acerca a los discípulos caminando sobre las aguas. El miedo confunde las ideas y la mirada de los discípulos; piensan que es un fantasma. Jesús se dirige directamente a ellos: «!Ánimo¡, soy yo; no temáis». Y escucha la oración de Pedro: «¡Ven!», le dice. Tal vez Pedro reconoce la voz de su primer encuentro en la orilla del mismo mar y de inmediato una vez más deja la barca y las redes y va hacia Jesús. Y también él camina sobre las aguas. La respuesta confiada e inmediata al llamamiento del Señor hace cumplir siempre milagros. Pero llegan las dudas y Pedro se ahoga. Se eleva de nuevo la oración y Jesús toma de la mano al pobre Pedro. Lo importante es no separarse de Señor y seguir siempre su voz. Los dos apóstoles, Pedro y Pablo, continúan reproponiéndonos, con una sola voz, la exhortación a seguir siempre la voz del Señor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.