ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 19 de diciembre

Salmo responsorial

Salmo 142 (143)

Yahveh, escucha mi oración,
presta oído a mis súplicas,
por tu lealtad respóndeme, por tu justicia;

no entres en juicio con tu siervo,
pues no es justo ante ti ningún viviente.

Persigue mi alma el enemigo,
mi vida estrella contra el suelo;
me hace morar en las tinieblas,
como los que han muerto para siempre;

se apaga en mí el aliento,
mi corazón dentro de mí enmudece.

Me acuerdo de los días de antaño,
medito en todas tus acciones,
pondero las obras de tus manos;

hacia ti mis manos tiendo,
mi alma es como una tierra que tiene sed de ti.
Pausa.

¡Oh, pronto, respóndeme, Yahveh,
el aliento me falta;
no escondas lejos de mí tu rostro,
pues sería yo como los que bajan a la fosa!

Haz que sienta tu amor a la mañana,
porque confío en ti;
hazme saber el camino a seguir,
porque hacia ti levanto mi alma.

Líbrame de mis enemigos, Yahveh
en ti me refugio;

enséñame a cumplir tu voluntad,
porque tú eres mi Dios;
tu espíritu que es bueno me guíe
por una tierra llana.

Por tu nombre, Yahveh, dame la vida,
por tu justicia saca mi alma de la angustia;

por tu amor aniquila a mis enemigos,
pierde a todos los que oprimen mi alma,
porque yo soy tu servidor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.