ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Iglesia

Recuerdo de san Pier Damiani (1007-1072). Fiel a su vocación monástica, amó a toda la Iglesia y dedicó su vida a reformarla. Recuerdo de los monjes de cualquier parte del mundo. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 20 de febrero

Salmo responsorial

Salmo 12 (13)

¿Hasta cuándo, Yahveh, me olvidarás? ¿Por siempre?
¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?

¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma,
en mi corazón angustia, día y noche?
¿Hasta cuándo triunfará sobre mí mi enemigo?

¡Mira, respóndeme, Yahveh, Dios mío!
¡Ilumina mis ojos, no me duerma en la muerte,

"no diga mi enemigo: ""¡Le he podido!"",
no exulten mis adversarios al verme vacilar! "

Que yo en tu amor confío;
en tu salvación mi corazón exulte.

¡A Yahveh cantaré por el bien que me ha hecho
Salmodiaré al nombre de Yahveh, el Altísimo!

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.