ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de Martin Luther King, asesinado el 4 de abril de 1968 en Memphis. Con él recordamos a cuantos tienen hambre y sed de justicia. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 4 de abril

Recuerdo de Martin Luther King, asesinado el 4 de abril de 1968 en Memphis. Con él recordamos a cuantos tienen hambre y sed de justicia.


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Juan 7,1-2.10.25-30

Después de esto, Jesús andaba por Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Pero se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Pero después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces él también subió no manifiestamente, sino de incógnito. Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que este es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es.» Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí
y sabéis de dónde soy.
Pero yo no he venido por mi cuenta;
sino que verdaderamente me envía el que me envía;
pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco,
porque vengo de él
y él es el que me ha enviado.» Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El evangelista Juan da inicio con este pasaje a las controversias más encendidas entre Jesús y sus adversarios. Jesús está en Galilea y no quiere ir a Jerusalén para no caer en manos de los fariseos, que se habían convertido en sus enemigos explícitamente. Sin embargo, como se acerca la fiesta de las Tiendas, decide de todos modos ir al templo con sus hermanos para evitar que le reconocieran. Sin embargo, en Jerusalén probablemente le reconocen y enseguida se abre un debate acerca de él entre la gente. Muchos habitantes de Jerusalén ya sabían que las autoridades del pueblo querían matarle para impedir que siguiera predicando. Y, con algo de ironía, se preguntaban si los fariseos quizá no habrían reconocido que él era el Cristo. Sin embargo añaden, mostrando además su incredulidad, que los orígenes de Jesús se conocen, mientras que no se sabe de dónde viene Cristo, según las tradiciones de la época. En este punto, Jesús vuelve a enseñar públicamente en el templo y desenmascara su incredulidad. Responde que él sabe bien de dónde viene y que conoce quién le ha enviado entre los hombres: "Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que es veraz el que me ha enviado; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado". Estas pocas palabras contienen la sustancia de su predicación. Por tanto, quien le escucha y sigue se pone en el camino de la salvación, que es conocer al Padre que le ha enviado y aceptar su diseño de salvación para el mundo. El "conocimiento" del que Jesús habla está estrechamente relacionado con el suyo. Un conocimiento que es adhesión, obediencia y disponibilidad para cumplir plenamente la voluntad del Padre, es decir, la salvación de todos los hombres. Este Evangelio es rechazado también por los que escuchan a Jesús quienes, al igual que sus autoridades, tratan de detenerle en este punto. Es una historia que se repite a menudo y en la que a veces nosotros mismos estamos implicados. ¡Cuántas veces intentamos "ponerle las manos encima" al Evangelio, es decir, bloquearlo en su fuerza de cambio, o herirlo con nuestras traiciones repetidas, o incluso encarcelarlo en la red de nuestras costumbres, nuestros rituales y nuestras mezquindades! Pero nadie consiguió bloquear a Jesús. El evangelista Juan subraya muy claramente que los perseguidores no eliminan a Jesús, no tienen la fuerza para ello. Será Jesús mismo quien se entregará a los perseguidores para que le lleven hasta la cruz. Él es quien da la vida por nosotros. Jesús se muestra como el sacramento del amor sin límites del Padre por todos los hombres.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.