ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 10 de abril

Salmo responsorial

Salmo 31 (32)

¡Dichoso el que es perdonado de su culpa,
y le queda cubierto su pecado!

Dichoso el hombre a quien Yahveh
no le cuenta el delito,
y en cuyo espíritu no hay fraude.

Cuando yo me callaba, se sumían mis huesos
en mi rugir de cada día,

mientras pesaba, día y noche,
tu mano sobre mí;
mi corazón se alteraba como un campo
en los ardores del estío. Pausa.

"Mi pecado te reconocí,
y no oculté mi culpa;
dije: ""Me confesaré
a Yahveh de mis rebeldías.""
Y tú absolviste mi culpa,
perdonaste mi pecado. Pausa. "

Por eso te suplica todo el que te ama
en la hora de la angustia.
Y aunque las muchas aguas se desborden,
no le alcanzarán.

Tú eres un cobijo para mí,
de la angustia me guardas,
estás en torno a mí para salvarme. Pausa.

Voy a instruirte, a mostrarte el camino a seguir;
fijos en ti los ojos, seré tu consejero.

No seas cual caballo o mulo sin sentido,
rienda y freno hace falta para domar su brío,
si no, no se te acercan.

Copiosas son las penas del impío,
al que confía en Yahveh el amor le envuelve.

¡Alegraos en Yahveh,
oh justos, exultad,
gritad de gozo, todos los de recto corazón!

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.