ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de santa Catalina de Siena (1347-1380); trabajó por la paz, por la unidad de los cristianos y por los pobres. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 29 de abril

Salmo responsorial

Salmo 35 (36)

Un oráculo para el impío es el pecado
en el fondo de su corazón;
temor de Dios no existe
delante de sus ojos.

Con ojo harto lisonjero se mira,
para encontrar y detestar su culpa;

las palabras de su boca, iniquidad y engaño;
renunció a ser sensato, a hacer el bien.

Sólo maquina iniquidad
sobre su lecho;
en un camino que no es bueno se obstina
y no reprueba el mal.

Oh Yahveh, en los cielos tu amor,
hasta las nubes tu verdad;

tu justicia, como los montes de Dios,
tus juicios, como el hondo abismo.
A hombres y bestias salvas tú, Yahveh,

oh Dios, ¡qué precioso tu amor!
Por eso los hijos de Adán,
a la sombra de tus alas se cobijan.

Se sacian de la grasa de tu Casa,
en el torrente de tus delicias los abrevas;

en ti está la fuente de la vida,
y en tu luz vemos la luz.

Guarda tu amor a los que te conocen,
y tu justicia a los de recto corazón.

¡Que el pie del orgullo no me alcance,
ni la mano de los impíos me avente!

Ved cómo caen los agentes de mal,
abatidos, no pueden levantarse.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.