ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 10 de junio

Salmo responsorial

Psaume 54 (55)

Escucha, oh Dios, mi oración,
no te retraigas a mi súplica,

dame oídos, respóndeme,
en mi queja me agito.
Gimo

ante la voz del enemigo,
bajo el abucheo del impío;
pues vierten sobre mí falsedades
y con saña me hostigan.

Se me estremece dentro el corazón,
me asaltan pavores de muerte;

miedo y temblor me invaden,
un escalofrío me atenaza.

Y digo: ¡Quién me diera alas como a la paloma
para volar y reposar!

Huiría entonces lejos,
en el desierto moraría.

En seguida encontraría un asilo
contra el viento furioso y la tormenta. Pausa.

¡Oh, piérdelos, Señor,
enreda sus lenguas!,
pues veo discordia
y altercado en la ciudad;

rondan día y noche
por sus murallas.
Y dentro de ella falsedad y malicia,

insidias dentro de ella,
jamás se ausentan de sus plazas
la tiranía y el engaño.

Si todavía un enemigo me ultrajara,
podría soportarlo;
si el que me odia se alzara contra mí,
me escondería de él.

¡Pero tú, un hombre de mi rango,
mi compañero, mi íntimo,

con quien me unía una dulce intimidad,
en la Casa de Dios!
¡Oh, váyanse en tumulto,

caiga la muerte sobre ellos,
vivos en el seol se precipiten,
pues está el mal instalado en medio de ellos!

Yo, en cambio, a Dios invoco,
y Yahveh me salva.

A la tarde, a la mañana, al mediodía
me quejo y gimo:
él oye mi clamor.

En paz mi alma rescata
de la guerra que me hacen:
aunque sean muchos contra mí,

Dios escucha y los humilla,
él, que reina desde siempre.
Pero ellos sin enmienda,
y sin temor de Dios.

Cada uno extiende su mano contra sus aliados,
viola su alianza;

más blanda que la crema es su boca,
pero su corazón es sólo guerra;
sus palabras, más suaves que el aceite,
son espadas desnudas.

Descarga en Yahveh tu peso,
y él te sustentará;
no dejará que para siempre
zozobre el justo.

Y tú, oh Dios, los hundirás
en el pozo de la fosa,
a los hombres de sangre y de fraude,
sin alcanzar la mitad de sus días.
Mas yo confío en ti.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.