ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 24 de julio

Salmo responsorial

Psaume 74 (75)

Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias,
invocando tu nombre, tus maravillas pregonando.

En el momento en que decida,
yo mismo juzgaré con rectitud.

Se estremece la tierra con todos sus habitantes,
mas yo sostengo sus columnas. Pausa.

Digo a los arrogantes: ¡Fuera arrogancias!,
y a los impíos: ¡No levantéis la frente,

no levantéis tan alto vuestra frente,
no habléis con un cuello de insolencia!"

Pues ya no es por oriente ni por occidente,
ya no por el desierto de los montes,

por donde Dios, el juez,
a uno abate y a otro exalta:

sino que hay una copa en la mano de Yahveh,
y de vino drogado está lleno el brebaje:
él lo escanciará, y sorberán hasta las heces,
lo beberán todos los impíos de la tierra.

Y yo lo anunciaré por siempre,
salmodiaré para el Dios de Jacob; "

quebraré toda frente de los impíos,
y la frente del justo se alzará.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.