ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

XXXII del tiempo ordinario
Recuerdo de la dedicación de la catedral de Roma, la basílica de los santos Juan Bautista y Juan Evangelista en Letrán. Oración por la Iglesia de Roma. Recuerdo de la "noche de los cristales rotos", inicio de la persecución nazi contra los judíos.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 9 de noviembre

Primera Lectura

Sabiduría 6,12-16

Radiante e inmarcesible es la Sabiduría. Fácilmente la contemplan los que la aman
y la encuentran los que la buscan. Se anticipa a darse a conocer a los que la anhelan. Quien madruge para buscarla, no se fatigará,
que a su puerta la encontrará sentada. Pensar en ella es la perfección de la prudencia,
y quien por ella se desvele, pronto se verá sin
cuidados. Pues ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de ella:
se les muestra benévola en los caminos
y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.