ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las antiguas Iglesias de Oriente (siro-ortodoxa, copta, armenia y asiria). Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 20 de enero

Salmo responsorial

Salmo 138 (139)

Yahveh, tú me escrutas y conoces;
sabes cuándo me siento y cuándo me levanto,
mi pensamiento calas desde lejos;

esté yo en camino o acostado, tú lo adviertes,
familiares te son todas mis sendas.

Que no está aún en mi lengua la palabra,
y ya tú, Yahveh, la conoces entera;

me aprietas por detrás y por delante,
y tienes puesta sobre mí tu mano.

Ciencia es misteriosa para mí,
harto alta, no puedo alcanzarla.

¿A dónde iré yo lejos de tu espíritu,
a dónde de tu rostro podré huir?

Si hasta los cielos subo, allí estás tú,
si en el seol me acuesto, allí te encuentras.

Si tomo las alas de la aurora,
si voy a parar a lo último del mar,

también allí tu mano me conduce,
tu diestra me aprehende.

"Aunque diga: ""¡Me cubra al menos la tiniebla,
y la noche sea en torno a mí un ceñidor, "

ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti,
y la noche es luminosa como el día.

Porque tú mis riñones has formado,
me has tejido en el vientre de mi madre;

yo te doy gracias por tantas maravillas:
prodigio soy, prodigios son tus obras.
Mi alma conocías cabalmente,

y mis huesos no se te ocultaban,
cuando era yo formado en lo secreto,
tejido en las honduras de la tierra.

Mi embrión tus ojos lo veían;
en tu libro están inscritos todos
los días que han sido señalados,
sin que aún exista uno solo de ellos.

Mas para mí ¡qué arduos son tus pensamientos,
oh, Dios, qué incontable su suma!

¡Son más, si los recuento, que la arena,
y al terminar, todavía estoy contigo!

¡Ah, si al impío, oh Dios, mataras,
si los hombres sanguinarios se apartaran de mí!

Ellos que hablan de ti dolosamente,
tus adversarios que se alzan en vano.

¿No odio, Yahveh, a quienes te odian?
¿No me asquean los que se alzan contra ti?

Con odio colmado los odio,
son para mí enemigos.

Sóndame, oh Dios, mi corazón conoce,
pruébame, conoce mis desvelos;

mira no haya en mí camino de dolor,
y llévame por el camino eterno.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.