ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Jornada europea de recuerdo de la Shoá. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 27 de enero

Jornada europea de recuerdo de la Shoá.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hebreos 10,1-10

No conteniendo, en efecto, la Ley más que una sombra de los bienes futuros, no la realidad de las cosas, no puede nunca, mediante unos mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, dar la perfección a los que se acercan. De otro modo, ¿no habrían cesado de ofrecerlos, al no tener ya conciencia de pecado los que ofrecen ese culto, una vez purificados? Al contrario, con ellos se renueva cada año el recuerdo de los pecados, pues es imposible que sangre de toros y machos cabríos borre pecados. Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo
- pues de mí está escrito en el rollo del libro -
a hacer, oh Dios, tu voluntad!
Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron - cosas todas ofrecidas conforme a la Ley - entonces - añade -: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Para destacar la unicidad del sacrificio de Cristo el autor sagrado pone de relieve la insuficiencia de los sacrificios antiguos que no lograban eliminar los pecados: «es imposible que la sangre de toros y cabras borre los pecados». En efecto, la salvación no está asociada a la multiplicación de gestos y palabras, sino al corazón, al amor con el que nos dirigimos al Señor. Algo análogo dijo también Jesús a propósito de la oración: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados» (Mt 6,7). El autor de la Carta nos evoca la centralidad del misterio cristiano: no hace falta multiplicar nuestras ofrendas porque solo el sacrificio de Cristo salva. El amor que lo llevó a dar su propia vida hasta la muerte en cruz es la razón de nuestra salvación. Ya el salmista lo sugería prediciendo la encarnación misma de Jesús: «No has querido sacrificio ni oblación, pero me has abierto el oído» (Sal 40). Esta cita recuerda el «cuerpo» eucarístico de Jesús. También el apóstol Pablo presenta la Cena del Señor como el anuncio de la «muerte del Señor» (1 Co 11, 26) y de su fuerza salvífica. Los sacrificios antiguos no salvaban de los pecados porque no transformaban el corazón del hombre, mientras que la participación en el «cuerpo» de Cristo en la Eucaristía transforma al creyente en el cuerpo mismo de Jesús que, resucitado, se sienta a la diestra de Dios. Él, desde el trono de su gloria del cielo, espera que «haga de tus enemigos estrado de tus pies» (Sal 110,1). Con la resurrección ya ha derrotado para siempre al príncipe del mal y a la misma muerte, y espera la manifestación plena de la victoria. Y, cada vez que se reúne para la Eucaristía, la comunidad cristiana celebra esta victoria. Sabemos, no obstante, que todavía esperamos la «perfección» a la que hemos sido llamados, pero el camino ya se ha establecido de modo definitivo: es la comunión con Cristo. Los cristianos son invitados a recorrerlo con decisión cada día, es decir, con la vigilancia y con la oración, estando atentos a no caer. En el sacrificio de Cristo llega a cumplimiento la vida de un hombre que no ha querido salvarse a sí mismo, sino a nosotros. En él toda violencia se prohíbe del mundo. No podemos hoy, 27 de enero, jornada europea de memoria de la Shoah, no recordar la violencia atroz a la que fueron sometidos seis millones de judíos en los campos de exterminio nazis. Que esta jornada sea para todos una memoria indeleble y de advertencia para el surgimiento del antisemitismo y para toda forma de racismo, que llevan al desprecio hasta la eliminación del otro.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.