ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 27 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Dal libro del profeta Ezechiele 18,21-28

Ma se il malvagio si allontana da tutti i peccati che ha commesso e osserva tutte le mie leggi e agisce con giustizia e rettitudine, egli vivrà, non morirà. Nessuna delle colpe commesse sarà più ricordata, ma vivrà per la giustizia che ha praticato. Forse che io ho piacere della morte del malvagio - oracolo del Signore - o non piuttosto che desista dalla sua condotta e viva? Ma se il giusto si allontana dalla giustizia e commette il male, imitando tutte le azioni abominevoli che l'empio commette, potrà egli vivere? Tutte le opere giuste da lui fatte saranno dimenticate; a causa della prevaricazione in cui è caduto e del peccato che ha commesso, egli morirà.
Voi dite: "Non è retto il modo di agire del Signore". Ascolta dunque, casa d'Israele: Non è retta la mia condotta o piuttosto non è retta la vostra? Se il giusto si allontana dalla giustizia e commette il male e a causa di questo muore, egli muore appunto per il male che ha commesso. E se il malvagio si converte dalla sua malvagità che ha commesso e compie ciò che è retto e giusto, egli fa vivere se stesso. Ha riflettuto, si è allontanato da tutte le colpe commesse: egli certo vivrà e non morirà.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El profeta Ezequiel responde a un proverbio que decía –lo encontramos al comienzo del capítulo-: “Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera”. Y responde a lo que leemos en el versículo 19: “Vosotros decís: ¿Por qué no carga el hijo con la culpa de su padre?”. Es una mentalidad muy común también hoy, cuando se juzga a una persona por sus orígenes familiares o el mal cometido por otros, y a menudo el juicio se convierte en una condena que marca a las personas para toda la vida. En cambio la palabra del profeta afirma con extrema claridad que la responsabilidad ante el bien y el mal es siempre personal. Nadie es justo o malvado por el mal cometido por otro, a menos que haya sido cómplice. Es más, el texto afirma que Dios está dispuesto a perdonar a todos si se convierten, cambian su corazón y su modo de actuar, si dejan de hacer el mal y se comprometen a hacer el bien. El pasaje muestra la gran misericordia de Dios, que permite a cada uno cambiarse a sí mismo y convertirse: “Si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la justicia, conservará su vida. Ha abierto los ojos y se ha apartado de todos los crímenes que había cometido; vivirá sin duda, no morirá”. La misericordia de Dios no tiene límites, porque el Señor está dispuesto siempre a perdonar. Pero es indispensable que los hombres reflexionen, reconozcan el mal escondido en su corazón y se vuelvan hacia Dios con la confianza de ser escuchados y ayudados. Esto sirve también para el justo que se aleja del camino del bien: “Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido muere”. El profeta nos ayuda a comprender que todos estamos llamados cada día a vigilarnos a nosotros mismos, porque cada día debemos elegir entre el bien y el mal. Nadie es justo y bueno de por sí, y nadie es malvado de por sí. Cada uno de nosotros debe asumir ante Dios, cada día, la responsabilidad de sus acciones y de sus elecciones. Dios está siempre dispuesto a perdonar, pero pide a cada uno que sea responsable de lo que hace. Ante el bien y el mal la seguridad de ser justos y buenos no es, por sí sola, una garantía de vida y de bien.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.