ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Iglesia

Recuerdo de los santos Addai y Mari, fundadores de la Iglesia caldea. Oración por los cristianos de Irak. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 28 de mayo

Salmo responsorial

Salmo 36 (37)

No te acalores por causa de los malos,
no envidies a los que hacen injusticia.

Pues aridecen presto como el heno,
como la hierba tierna se marchitan.

Ten confianza en Yahveh y obra el bien,
vive en la tierra y crece en paz,

ten tus delicias en Yahveh,
y te dará lo que pida tu corazón.

Pon tu suerte en Yahveh,
confía en él, que él obrará;

hará brillar como la luz tu justicia,
y tu derecho igual que el mediodía.

Vive en calma ante Yahveh, espera en él,
no te acalores contra el que prospera,
contra el hombre que urde intrigas.

Desiste de la cólera y abandona el enojo,
no te acalores, que es peor;

pues serán extirpados los malvados,
mas los que esperan en Yahveh poseerán la tierra.

Un poco más, y no hay impío,
buscas su lugar y ya no está;

mas poseerán la tierra los humildes,
y gozarán de inmensa paz.

El impío maquina contra el justo,
rechinan sus dientes contra él;

el Señor de él se ríe,
porque ve llegar su día.

Desenvainan la espada los impíos,
tienden el arco, para abatir al mísero y al pobre,
para matar a los rectos de conducta;

su espada entrará en su propio corazón,
y sus arcos serán rotos.

Lo poco del justo vale más
que la mucha abundancia del impío;

pues los brazos de los impíos serán rotos,
mientras que a los justos los sostiene Yahveh.

Yahveh conoce los días de los íntegros,
su herencia será eterna;

no serán confundidos en tiempo de desgracia,
en días de penuria gozarán de hartura.

Perecerán, en cambio, los impíos,
los enemigos de Yahveh;
se esfumarán como el ornato de los prados,
en humo se desvanecerán.

Toma el impío prestado y no devuelve,
mas el justo es compasivo y da;

los que él bendice poseerán la tierra,
los que él maldice serán exterminados.

De Yahveh penden los pasos del hombre,
firmes son y su camino le complace;

aunque caiga, no se queda postrado,
porque Yahveh la mano le sostiene.

Fui joven, ya soy viejo,
nunca vi al justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.

En todo tiempo es compasivo y presta,
su estirpe vivirá en bendición.

Apártate del mal y obra el bien,
tendrás para siempre una morada;

porque Yahveh ama lo que es justo
y no abandona a sus amigos.
Ain. Los malvados serán por siempre exterminados,
la estirpe de los impíos cercenada;

los justos poseerán la tierra,
y habitarán en ella para siempre.

La boca del justo sabiduría susurra,
su lengua habla rectitud;

la ley de su Dios está en su corazón,
sus pasos no vacilan.

Espía el impío al justo,
y busca darle muerte;

en su mano Yahveh no le abandona,
ni deja condenarle al ser juzgado.

Espera en Yahveh y guarda su camino,
él te exaltará a la herencia de la tierra,
el exterminio de los impíos verás.

He visto al impío muy arrogante
empinarse como un cedro del Líbano;

pasé de nuevo y ya no estaba,
le busqué y no se le encontró.

Observa al perfecto, mira al íntegro:
hay descendencia para el hombre de paz;

pero los rebeldes serán a una aniquilados,
y la posteridad de los impíos extirpada.

La salvación de los justos viene de Yahveh,
él su refugio en tiempo de angustia;

Yahveh los ayuda y los libera,
de los impíos él los libra,
los salva porque a él se acogen.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.