ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 25 de junio

Salmo responsorial

Salmo 47 (48)

Grande es Yahveh, y muy digno de loa
en la ciudad de nuestro Dios;
su monte santo,

de gallarda esbeltez,
es la alegría de toda la tierra;
el monte Sión, confín del Norte,
la ciudad del gran Rey:

Dios, desde sus palacios,
se ha revelado como baluarte.

He aquí que los reyes se habían aliado,
irrumpían a una;

apenas vieron, de golpe estupefactos,
aterrados, huyeron en tropel.

Allí un temblor les invadió,
espasmos como de mujer en parto,

tal el viento del este que destroza
los navíos de Tarsis.

Como habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad de Yahveh Sebaot,
en la ciudad de nuestro Dios,
que Dios afirmó para siempre. Pausa.

Tu amor, oh Dios, evocamos
en medio de tu Templo;

¡como tu nombre, oh Dios, tu alabanza
hasta los confines de la tierra!
De justicia está llena tu diestra,

el monte Sión se regocija,
exultan las hijas de Judá
a causa de tus juicios.

Dad la vuelta a Sión, girad en torno de ella,
enumerad sus torres;

grabad en vuestros corazones sus murallas,
recorred sus palacios;
para contar a la edad venidera

que así es Dios,
nuestro Dios por los siglos de los siglos,
aquel que nos conduce.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.