ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 14 de julio

Salmo responsorial

Psaume 55 (56)

Tenme piedad, oh Dios, porque me pisan,
todo el día hostigándome me oprimen.

Me pisan todo el día los que me asechan,
innumerables son los que me hostigan en la altura.

El día en que temo, en ti confío.

En Dios, cuya palabra alabo,
en Dios confío y ya no temo,
¿qué puede hacerme un ser de carne?

Todo el día retuercen mis palabras,
todos sus pensamientos son de hacerme mal;

se conjuran, se ocultan, mis pisadas observan,
como para atrapar mi alma.

Por su iniquidad, ¿habrá escape para ellos?
¡Abate, oh Dios, a los pueblos en tu cólera!

De mi vida errante llevas tú la cuenta,
¡recoge mis lágrimas en tu odre!

Entonces retrocederán mis enemigos,
el día en que yo clame.
Yo sé que Dios está por mí.

En Dios, cuya palabra alabo,
en Yahveh, cuya palabra alabo,

en Dios confío y ya no temo,
¿qué puede hacerme un hombre?

A mi cargo, oh Dios, los votos que te hice:
sacrificios te ofreceré de acción de gracias,

pues tú salvaste mi alma de la muerte,
para que marche ante la faz de Dios,
en la luz de los vivos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.