ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Recuerdo de san Sergio de Radonez, fundador de la laura de la Santísima Trinidad, en Moscú. Recuerdo del pastor evangélico Paul Schneider, asesinado en el campo de concentración nazi de Buchenwald el 18 de julio de 1939. Para los musulmanes es el final del ayuno del mes del Ramadán (Aid al-Fitr). Leer más

Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 18 de julio

Recuerdo de san Sergio de Radonez, fundador de la laura de la Santísima Trinidad, en Moscú. Recuerdo del pastor evangélico Paul Schneider, asesinado en el campo de concentración nazi de Buchenwald el 18 de julio de 1939. Para los musulmanes es el final del ayuno del mes del Ramadán (Aid al-Fitr).


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Éxodo 12,37-42

Los israelitas partieron de Ramsés hacia Sukkot, unos 600.000 hombres de a pie, sin contar los niños. Salió también con ellos una muchedumbre abigarrada y grandes rebaños de ovejas y vacas. De la masa que habían sacado de Egipto cocieron tortas ázimas, porque no había fermentado todavía; pues al ser echados de Egipto no pudieron tomar víveres ni provisiones para el camino. Los israelitas estuvieron en Egipto 430 años. El mismo día que se cumplían los 430 años, salieron de la tierra de Egipto todos los ejércitos de Yahveh. Noche de guardia fue ésta para Yahveh, para sacarlos de la tierra de Egipto. Esta misma noche será la noche de guardia en honor de Yahveh para todos los israelitas, por todas sus generaciones.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El pueblo se pone en camino. No hay Pascua sin salir, sin ponerse en movimiento. No hay vida nueva y tierra futura sin afrontar el camino, a veces impracticable, difícil, que pone a prueba, pero que lleva hasta la tierra prometida. También Jesús enviará a los suyos hasta los extremos de la tierra para que el cristiano dé a todo el mundo su llamamiento. Y corre prisa hacerlo. Muchas veces lo dejamos para más adelante, pensamos que podemos continuar siendo como somos. Dios nos pone prisa, porque sabe que la complicidad con el mal no es inocua. Dios tiene prisa por escuchar el grito de su pueblo, de los pobres, porque no es indiferente. Los hombres, en cambio, muchas veces piensan que el sufrimiento de los pobres y de los cautivos siempre puede esperar. Nadie se salva solo. A menudo los hombres, individualistas como somos en esta generación, creemos que la verdadera salvación consiste en ser uno mismo sin los demás, siendo siempre iguales, afirmando cada uno las convicciones que tiene. A menudo la libertad se limita a un pequeño espacio protegido, pero sin hacer frente al faraón, sin emanciparse de él. Hay que velar. Como cuando Jesús veló en el monte de los olivos, mientras imploraba la compañía de sus discípulos. Como también velan muchos que esperan un mundo mejor, que anhelan una tierra prometida, que buscan curación, paz y esperanza; en definitiva, un lugar donde el mal sea derrotado. Toda la creación espera su pascua, el paso de la muerte a la vida. Dejemos que su palabra nos guíe poniéndonos en camino, porque solo así llegaremos a la verdadera Pascua.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.