ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 27 de julio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Éxodo 32,15-24.30-34

Volvióse Moisés y bajó del monte, con las dos tablas del Testimonio en su mano, tablas escritas por ambos lados; por una y otra cara estaban escritas. Las tablas eran obra de Dios, y la escritura, grabada sobre las mismas, era escritura de Dios. Cuando Josué oyó la voz del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: "Gritos de guerra en el campamento." Respondió Moisés: "No son gritos de victoria,
ni alarido de derrota.
Cantos a coro es lo que oigo." Cuando Moisés llegó cerca del campamento y vio el becerro y las danzas, ardió en ira, arrojó de su mano las tablas y las hizo añicos al pie del monte. Luego tomó el becerro que habían hecho, lo quemó y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció en el agua, y se lo dio a beber a los israelitas. Y dijo Moisés a Aarón: "¿Qué te hizo este pueblo para que hayas traído sobre él tan gran pecado?" Aarón respondió: "No se encienda la ira de mi señor. Tú mismo sabes que este pueblo es inclinado al mal. Me dijeron: "Haznos un dios que vaya delante de nosotros, ya que no sabemos qué le ha sucedido a Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto." Yo les contesté: "El que tenga oro despréndase." Ellos se lo quitaron y me lo dieron; yo lo eché al fuego y salió este becerro." Al día siguiente dijo Moisés al pueblo: "Habéis cometido un gran pecado. Yo voy a subir ahora donde Yahveh; acaso pueda obtener la expiación de vuestro pecado." Volvió Moisés donde Yahveh y dijo: "¡Ay! Este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse un dios de oro. Con todo, si te dignas perdonar su pecado..., y si no, bórrame del libro que has escrito." Yahveh respondió a Moisés: Al que peque contra mí, le borraré yo de mi libro. Ahora ve y conduce al pueblo adonde te he dicho. He aquí que mi ángel irá delante de ti, mas en el día de mi visita los castigaré yo por su pecado."

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Dios comunica a Moisés su indignación por el pecado de Israel. Así el profeta participa de los sentimientos mismos de Dios. ¿Cómo puede dar al pueblo la ley de vida que recibió del monte Sinaí? El Señor habla y los hombre no escuchan, porque buscan un ídolo que les dé seguridad. Aquellas tablas, palabras que debían quedar grabadas en el corazón, se rompen ante la incredulidad y la dureza de corazón de los israelitas. Moisés no negocia con la incredulidad de los suyos. Encuentra a un intercesor en Aarón, que no era inocente de la traición de Israel. Aarón encuentra las palabras de arrepentimiento cuando reconoce su pecado, la tentación hipócrita de someterse al miedo, la búsqueda de seguridad a toda costa, la incredulidad práctica. Existe una solidaridad en el mal, en la que caen a menudo también los creyentes, e incluso un pueblo entero, como Israel en el desierto. El mal es tan convincente que los israelitas están dispuestos a pagar el oro para tener un ídolo que les tranquilice. Los ídolos roban el corazón y sonsacan la confianza de los hombres.
Por eso, entre otros motivos, necesitamos siempre a alguien como Moisés y la Palabra de Dios para comprender nuestras complicidades con el mal. Nace una solidaridad en la intercesión y en la oración, como demuestran Moisés y Aarón. Jesús mismo exhortará a los creyentes a ser unánimes en la oración, asegurando que la oración logra lo que pide: "Si dos de vosotros os ponéis de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguiréis de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,19-20). Esa es la fuerza de la oración de toda comunidad reunida, por pequeña que sea, aunque sea solo de dos o tres personas, siempre que se haga en nombre del Señor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.