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Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Iglesia

Recuerdo de Nunzia, discapacitada mental que murió en Nápoles, y de todos los discapacitados mentales que se han dormido en el Señor. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 30 de julio

Recuerdo de Nunzia, discapacitada mental que murió en Nápoles, y de todos los discapacitados mentales que se han dormido en el Señor.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Éxodo 40,16-21.34-38

Moisés hizo todo conforme a lo que Yahveh le había mandado. Así lo hizo. En el primer mes del año segundo, el día primero del mes, fue alzada la Morada. Moisés alzó la Morada, asentó las basas, colocó sus tableros, metió sus travesaños y erigió sus postes. Después desplegó la Tienda por encima de la Morada y puso además por encima el toldo de la Tienda, como Yahveh había mandado a Moisés. Luego tomó el Testimonio y lo puso en el arca; puso al arca los varales y sobre ella colocó el propiciatorio en la parte superior. Llevó entonces el arca a la Morada, colgó el velo de protección y cubrió así el arca del Testimonio, como Yahveh había mandado a Moisés. La Nube cubrió entonces la Tienda del Encuentro y la gloria de Yahveh llenó la Morada. Moisés no podía entrar en la Tienda del Encuentro, pues la Nube moraba sobre ella y la gloria de Yahveh llenaba la Morada. En todas las marchas, cuando la Nube se elevaba de encima de la Morada, los israelitas levantaban el campamento. Pero si la Nube no se elevaba, ellos no levantaban el campamento, en espera del día en que se elevara. Porque durante el día la Nube de Yahveh estaba sobre la Morada y durante la noche había fuego a la vista de toda la casa de Israel. Así sucedía en todas sus marchas.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Dios indica su presencia en medio de su pueblo, presencia que debe orientar su camino para que no se pierdan, para que no tengan la tentación de mirar al pasado y no busquen en medio de las dificultades la tranquilizante y falsa presencia de los ídolos. Dios no está lejos e indica un lugar para que los hombres sientan su fuerte presencia. Moisés y los hijos de Aarón estarán unidos como su padre, y por eso ejercerán el sacerdocio. No es un lugar cualquiera. Es una presencia que requiere cambiar y purificarse del mal (lavarse). La nube, la misma que veremos en el monte Tabor, es la manifestación visible de la grandeza de Dios, del misterio que lo envuelve, de la dificultad de los hombres que en su enorme debilidad no pueden "ver" a Dios. La nube envuelve aquel lugar. Está cerca y es enormemente más grande. Nunca debemos olvidar la grandeza de Dios, porque solo así podemos comprender la gracia y el misterio de su manifestación entre los hombres. El hombre, en su egocentrismo, fácilmente lo reduce todo a su pequeño mundo, cree que sabe y en realidad está ciego y sordo. La nube cubrió la tienda del encuentro y la gloria del Señor llenó la Morada. Ni siquiera el mismo Moisés pudo entrar en la tienda del encuentro porque la nube estaba sobre ella y la Gloria del Señor llenaba la Morada. El Señor Jesús cumplirá esta manifestación y esta gloria, revelándola plenamente en su humanidad, en la que vemos y reconocemos la omnipotencia y la grandeza de Dios, sin perder nunca el temor de un amor enormemente más grande que nuestra pobre humanidad.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.