ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 19 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jueces 9,6-15

Luego se reunieron todos los señores de Siquem y todo Bet Milló, y fueron y proclamaron rey a Abimélek junto al Terebinto de la estela que hay en Siquem. Se lo anunciaron a Jotam, quien se colocó en la cumbre del monte Garizim, alzó la voz y clamó: "Escuchadme, señores de Siquem,
y que Dios os escuche. Los árboles se pusieron en camino
para ungir a uno como su rey.
Dijeron al olivo: "Sé tú nuestro rey." Les respondió el olivo:
"¿Voy a renunciar a mi aceite
con el que gracias a mí son honrados los dioses y los
hombres,
para ir a vagar por encima de los árboles?" Los árboles dijeron a la higuera:
"Ven tú, reina sobre nosotros." Les respondió la higuera:
"¿Voy a renunciar a mi dulzura
y a mi sabroso fruto,
para ir a vagar por encima de los árboles? Los árboles dijeron a la vid:
"Ven tú, reina sobre nosotros." Les respondió la vid:
"¿Voy a renunciar a mi mosto,
el que alegra a los dioses y a los hombres,
para ir a vagar por encima de los árboles?" Todos los árboles dijeron a la zarza:
"Ven tú, reina sobre nosotros." La zarza respondió a los árboles:
"Si con sinceridad venís a ungirme a mí para reinar
sobre vosotros,
llegad y cobijaos a mi sombra.
Y si no es así, brote fuego de la zarza y devore los
cedros del Líbano.""

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Era un periodo muy confuso en la historia de Israel. Las ambiciones personales y la idolatría eran tan fuertes entre el pueblo de Dios que lo debilitaban. Abimélec, hijo de Yerubaal, fue a Siquén a ver a los hermanos de su madre y los convenció sobre todo con el argumento de que eran de su misma sangre. No era suficiente, porque los israelitas condicionaban sus decisiones a su deseo de tranquilidad y no a comprender cuál es la voluntad de Dios. Cuando se debilita el lazo con Dios, los lazos de sangre se hacen importantes, pero no pueden garantizar la seguridad, y la lógica del poder resulta más decisiva que los lazos de sangre. Abimélec asesinó a sus propios hermanos no porque hubieran traicionado a Dios, sino para afirmar su poder. Jotán era el menor y se salvó de la masacre de los suyos y se puso a gritar contra Abimélec. Jotán es la voz del más pequeño que habla con libertad y recuerda la injusticia. Él se fue corriendo, se puso a salvo, y luego habló claramente con Abimélec y le anunció que los engaños recibirían su castigo. Dios envió a un espíritu maligno entre Abimélec y los señores de Siquén. Sin Dios crece la división. Los señores de Siquén se rebelaron contra Abimélec. Es una historia de desconfianza, de división, de violencia que produce más violencia, como pasa siempre. Los señores de Siquén tendieron emboscadas contra Abimélec y contra los que pasaban por el camino. Es la violencia casual, que se cierne sobre inocentes, que se convierte en barbarie sin rostro. Es una historia que parece no terminar, porque sin Dios no hay paz. Abimélec castiga y mata, llega a destruir la ciudad y a arrasarla de sal. Abimélec es como la despiadada lógica del poder que no se detiene frente a nadie. Su final es deshonroso para un combatiente, porque es herido por una mujer que defendía la ciudad. Los que empuñan espada, de espada perecen. La violencia produce violencia y quien la utiliza termina siendo él mismo víctima de la violencia.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.