ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 22 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Rut 2,1-3.8-11.13-17

Tenía Noemí por parte de su marido un pariente de buena posición, de la familia de Elimélek, llamado Booz. Rut la moabita dijo a Noemí: "Déjame ir al campo a espigar detrás de aquél a cuyos ojos halle gracia"; ella respondió: "Vete, hija mía." Fue ella y se puso a espigar en el campo detrás de los segadores, y quiso su suerte que fuera a dar en una parcela de Booz, el de la familia de Elimélek. Booz dijo a Rut: "¿Me oyes, hija mía? No vayas a espigar a otro campo ni te alejes de aquí; quédate junto a mis criados. Fíjate en la parcela que sieguen y vete detrás de ellos. ¿No he mandado a mis criados que no te molesten? Si tienes sed vete a las vasijas y bebe de lo que saquen del pozo los criados." Cayó ella sobre su rostro y se postró en tierra y le dijo: "¿Cómo he hallado gracia a tus ojos para que te fijes en mí, que no soy más que una extranjera?" Booz le respondió: "Me han contado al detalle todo lo que hiciste con tu suegra después de la muerte de tu marido, y cómo has dejado a tu padre y a tu madre y la tierra en que naciste, y has venido a un pueblo que no conocías ni ayer ni anteayer. Booz tomó a Rut, y ella fue su mujer; se unió a ella, y Yahveh hizo que concibiera, y dio a luz un niño. Las mujeres dijeron a Noemí: "Bendito sea Yahveh que no ha permitido que te falte hoy uno que te rescate para perpetuar su nombre en Israel. Será el consuelo de tu alma y el apoyo de tu ancianidad, porque lo ha dado a luz tu nuera que te quiere y es para ti mejor que siete hijos." Tomó Noemí al niño y le puso en su seno y se encargó de criarlo. Las vecinas le pusieron un nombre diciendo: "Le ha nacido un hijo a Noemí" y le llamaron Obed. Es el padre de Jesé, padre de David.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este capítulo empieza y termina con una conversación en casa entre Rut y Noemí. En medio se produce la conversación entre Rut y Booz. En esta trama de amistad entre Noemí y Rut el Señor lleva a cabo su plan de salvación. Podríamos decir que el terreno de los lazos personales, los de la amistad y la solidaridad, es el lugar privilegiado de la acción de Dios. Rut, a pesar de ser mujer y extranjera, en el campo de Booz se comporta como un trabajador incansable, con una audacia totalmente extraordinaria. Y no lo hace por casualidad: hay en ella una determinación que es fruto de la amistad. Y el lazo con Noemí es tan fuerte que la lleva a tomar la iniciativa. A Booz, un hombre rico y de prestigio, no le pasa por alto aquella mujer extranjera que se comporta de manera tan extraordinaria cuando trabaja en sus tierras. Y si por norma general es el hombre, quien sale a buscar a la mujer, o al menos tiene intención de encontrar una esposa, con Rut pasa lo contrario: Booz va a decirle que sus criados le darán de beber, que puede beber el agua que le darán. Es él, quien le dice lo que ha oído sobre ella, lo que ha hecho por Noemí. Booz la trata desde el inicio de manera distinta: pide a los criados que la respeten y él la trata como si ya fuera su esposa. Y, después de que la inviten a pararse, Rut se sorprende a su vez por el interés de Booz, pero sobre todo de su discurso. Booz le dice: "has dejado a tu padre y a tu madre y la tierra en que naciste...", que recuerda a las palabras de la vocación de Abraham: "deja el hombre a su padre y a su madre..." (Gn 2,24). Y luego llega el consuelo del amor de Dios: el "Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte...". Rut vuelve a la casa de Noemí, que continúa estando en primer lugar entre sus afectos y sus preocupaciones. Noemí, antes de que Rut se lo explique todo, bendice a los que se han interesado por ella utilizando un lenguaje religioso que alude a Dios de manera velada. Pero Rut la corrige y le explica que se trata de Booz. Noemí finge no entender la visión más terrena de Rut y continúa destacando la buena suerte de Rut desde el punto de vista del Señor. Solo después le indica el puesto que ocupa Booz en la familia y su función de go'el, o rescatador. Cuando Noemí alude a la piedad de Dios con los vivos y con los muertos, tiene presente a Elimélec, el marido difunto, y al de Rut, Quilión, junto a ellas dos que están vivas.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.