ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

XXIV del tiempo ordinario
Recuerdo de san Juan Crisóstomo (“boca de oro”), obispo y doctor de la Iglesia (349-407). La liturgia más habitual de la Iglesia bizantina lleva su nombre.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 13 de septiembre

Salmo responsorial

Psaume 114 (115)

¡No a nosotros, Yahveh, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu amor, por tu verdad!

¿Por qué han de decir las gentes: "¿Dónde está su Dios?"

Nuestro Dios está en los cielos,
todo cuanto le place lo realiza.

Plata y oro son sus ídolos,
obra de mano de hombre.

Tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen oídos y no oyen,
tienen nariz y no huelen.

Tienen manos y no palpan,
tienen pies y no caminan,
ni un solo susurro en su garganta.

Como ellos serán los que los hacen,
cuantos en ellos ponen su confianza.

Casa de Israel, confía en Yahveh,
él, su auxilio y su escudo;

casa de Aarón, confía en Yahveh,
él, su auxilio y su escudo;

los que teméis a Yahveh, confiad en Yahveh,
él, su auxilio y su escudo.

Yahveh se acuerda de nosotros, él bendecirá,
bendecirá a la casa de Israel,
bendecirá a la casa de Aarón,

bendecirá a los que temen a Yahveh,
a pequeños y grandes.

¡Yahveh os acreciente
a vosotros y a vuestros hijos!

¡Benditos vosotros de Yahveh,
que ha hecho los cielos y la tierra!

Los cielos, son los cielos de Yahveh,
la tierra, se la ha dado a los hijos de Adán.

No alaban los muertos a Yahveh,
ni ninguno de los que bajan al Silencio;

mas nosotros, los vivos, a Yahveh bendecimos,
desde ahora y por siempre.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.