ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Jerónimo, doctor de la Iglesia, que murió en Belén el 420. Tradujo la Biblia al latín. Oración para que la voz de la Escritura se oiga en toda lengua. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 30 de septiembre

Recuerdo de san Jerónimo, doctor de la Iglesia, que murió en Belén el 420. Tradujo la Biblia al latín. Oración para que la voz de la Escritura se oiga en toda lengua.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Nehemías 2,1-8

En el mes de Nisán, el año veinte del rey Artajerjes, siendo yo encargado del vino, tomé vino y se lo ofrecí al rey. Anteriormente nunca había estado yo triste. Me dijo, pues, el rey: "¿Por qué ese semblante tan triste? Tú, enfermo no estás. ¿Acaso tienes alguna preocupación en el corazón?" Yo quedé muy turbado, y dije al rey: "¡Viva por siempre el rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad donde están las tumbas de mis padres está en ruinas, y sus puertas devoradas por el fuego?" Replicóme el rey: "¿Qué deseas, pues?" Invoqué al Dios del cielo, y respondí al rey: "Si le place al rey y estás satisfecho de tu siervo, envíame a Judá, a la ciudad de las tumbas de mis padres, para que yo la reconstruya." El rey me preguntó, estando la reina sentada a su lado: "¿Cuánto durará tu viaje? ¿Cuándo volverás?" Yo le fijé un plazo que pareció aceptable al rey, y él me envió. Añadí al rey: "Si le place al rey, que se me den cartas para los gobernadores de Transeufratina, para que me faciliten el camino hasta Judá; y asimismo una carta para Asaf, el encargado de los parques reales, para que me proporcione madera de construcción para las puertas de la ciudadela del Templo, la muralla de la ciudad y la casa en que yo me he de instalar." El rey me lo concedió, pues la mano bondadosa de mi Dios estaba conmigo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Nehemías está angustiado por la situación de su pueblo y de su ciudad. La ausencia de murallas significaba una debilidad extrema ante cualquier tipo de ataque del enemigo. Todas las ciudades tenían murallas. Una ciudad sin murallas perdía incluso su sentido de lugar de convivencia segura. En el libro del Apocalipsis, siguiendo el modelo del libro de Ezequiel (Ez 48,30-35), la ciudad santa que baja del cielo, la Jerusalén celestial, quedará rodeada por murallas: "Estaba rodeada por una muralla grande y alta, con doce puertas, sobre las que había doce ángeles y otros tantos nombres grabados, los de las doce tribus de los hijos de Israel" (Ap 21,12). En los libros proféticos, como Isaías o Jeremías, Jerusalén era el símbolo de la ciudad habitada por Dios. Según el salmo 87, todos los hombres tienen su origen en Jerusalén porque es la ciudad de Dios, la morada del Altísimo: "De Sión se ha de decir: 'Todos han nacido en ella', la ha fundado el propio Altísimo" (Sal 87, 5). Comprendemos mejor la preocupación de Nehemías por una ciudad que ha perdido su seguridad, que lleva señales de destrucción y de desolación. Pero su propósito no es sencillo: debe convencer primero al rey persa Artajerjes, y eso le resulta una empresa difícil. El imperio persa, a diferencia del babilonio, era tolerante con los pueblos conquistados. Es más, intentaba mantener la unidad haciendo concesiones que favorecían la práctica religiosa de cada uno de los pueblos. Así sucedió con la respuesta favorable de Artajerjes a la petición de Nehemías de volver a Jerusalén para reconstruir las murallas de la ciudad. Las dificultades, en cambio, vienen de las poblaciones cercanas, probablemente de aquellos que veían en Nehemías a una posible amenaza por el equilibrio de poder que se había ido formando tras la desaparición del reino de Judá y la destrucción de Jerusalén. Sambalat era probablemente gobernador de Siria, Tobías tenía relación con los amonitas y también Guesen, el árabe. Se perfila aquí una oposición que es especialmente fuerte inmediatamente después del exilio. En aquel tiempo los habitantes de Judá, que en parte habían vuelto de Babilonia, intentan reconstruir la vida religiosa y civil. Este capítulo nos muestra que para un pueblo pequeño es muy difícil encontrar un espacio de vida y poder expresar nuevamente su fe, cuando esta se ha visto injustamente como una amenaza y un peligro, en lugar de una riqueza y una ayuda para la convivencia.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.