ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 3 de octubre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Baruc 4,5-12.27-29

¡Animo, pueblo mío,
memorial de Israel! Vendidos habéis sido a las naciones,
mas no para la destrucción.
Por haber provocado la ira de Dios,
habéis sido entregados a los enemigos. Pues irritasteis a vuestro Creador,
sacrificando a los demonios y no a Dios. Olvidasteis al Dios eterno, el que os sustenta,
y afligisteis a Jerusalén, la que os crió. Pues vio ella caer sobre vosotros
la ira que viene de Dios, y dijo:
Escuchad, vecinas de Sión:
Dios me ha enviado un gran dolor: he visto el cautiverio de mis hijos y mis hijas
que el Eterno hizo venir sobre ellos. Con gozo los había yo criado,
y los he despedido con lágrimas y duelo. Que nadie se regocije de mí,
la viuda abandonada de tantos;
estoy en soledad por los pecados de mis hijos,
porque se desviaron de la Ley de Dios, ¡Animo, hijos, clamad a Dios!
pues el que os trajo esto se acordará de vosotros; y como vuestro pensamiento sólo fue de alejaros de Dios,
vueltos a él, buscadle con ardor diez veces mayor. Pues el que trajo sobre vosotros estos males
os traerá la alegría eterna con vuestra salvación.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Israel está experimentando una vez más el peso de la esclavitud, probablemente por parte del reino de Siria. Y el motivo de volver a caer en la esclavitud es siempre el mismo: olvidar al Señor, que lo liberó de la opresión de Egipto. Dice el profeta: "Por haber desatado la cólera de Dios, habéis sido entregados a los enemigos" (v. 6). El pueblo de Israel sabe que el secreto para continuar siendo libres en la tierra que Dios le dio consisten en observar el pacto de amor con Dios. Y sabe perfectamente, por experiencia directa y múltiple, que la humillación de la esclavitud siempre es fruto de desobedecer al Señor. Debería haber recordado que la felicidad no depende de poseer cosas, ni de lo que da Dios, como la tierra prometida, sino de escuchar la Palabra de Dios y de la amistad con los hermanos. Por eso el profeta exhorta a tener ánimo: "¡Ánimo!", dice al inicio del pasaje. No es una exhortación superficial ni optimista. Nace de la certeza de que Dios es fiel, a pesar del pecado que ha cometido el pueblo. Dios no se esconde, ni siquiera en los momentos difíciles. Él espera que abramos una rendija en la puerta de nuestro corazón. Y viene de inmediato. Y transforma nuestra situación de tristeza en un nuevo tiempo de fiesta. Solo tenemos que levantar un poco la mirada hacia Él, gritar una sola palabra de ayuda, y Él mismo entrará en nuestra vida. Por eso el profeta dice: "¡Ánimo, hijos, clamad a Dios!, pues el que os mandó esto se acordará de vosotros. Ya que entonces decidisteis alejaros de Dios, convertíos y buscadlo con mucho mayor empeño. Pues el que os envió estas desgracias os enviará la alegría eterna de vuestra salvación" (v. 27-29).

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.